El 9 de enero la dolarización cumplirá 21 años. En el país 7,2 millones de personas que tienen 21 años de edad o menos. Ellos nacieron y crecieron con el dólar. No saben lo que era vivir con una moneda propia, con salarios que se devaluaban y con los precios creciendo cada día en una espiral imparable de inflación. Fue una época dolorosa que quedó marcada en la memoria de padres y abuelos.
La adopción del sistema no partió de un plan estructurado, fue el resultado de una crisis financiera sin precedentes en el país ocasionada por los malos manejos de los Gobiernos, fue un salvavidas. El 70% de los depósitos, de hecho, estaban en dólares para ese entonces porque la gente no confiaba en el Sucre y buscaba resguardar sus ahorros en una moneda fuerte.
Con el dólar, el país enterró la máquina de imprimir billetes sin respaldo, que pulverizaba los salarios de trabajadores; la inflación se redujo y se generó certidumbre entre los actores económicos. Los consumidores volvieron a confiar en la banca para depositar sus ahorros. Las bondades son muchas y, por eso, el sistema dolarizado goza de gran popularidad en Ecuador.
Pero no es un bálsamo en sí mismo. El sistema debe fortalecerse y un camino es el impulso al sector productivo, especialmente el enfocado a la exportación. Esa es un tarea del Gobierno, pero también de los propios empresarios. El cacao dio la gran lección en el 2020 al ser la actividad exportadora no petrolera ni minera de mayor crecimiento. Comenzó a cosechar los resultados de una estrategia que lleva cinco años de trabajo: inversiones y desarrollo de productos con marca de origen.
La dolarización también exige un manejo fiscal responsable, que conduzca a bajar los huecos fiscales y el endeudamiento. La tarea, por tanto, es ardua.
Los candidatos que participarán en las elección de febrero no solo deben responder si respaldan o no el sistema, sino que deben decir cómo van a impulsarlo, sabiendo que ni el sobreendeudamiento ni las emisiones de moneda son el camino.