A la desgarradora tristeza que acompaña a las muertes, debemos sumar, estos días, las condiciones en que éstas se producen y el manejo de los cuerpos. Cuando un ser querido va a morir queremos estar allí, es una forma de hacerle saber, nuestro amor y lo mucho que nos hará falta. La muerte nos trasciende, los rituales que lo acompañan expresan ese impacto, queremos velar a nuestros muertos, rezar por ellos, oficiar una misa (o la ceremonia que corresponda), para vivir el duelo y procesar nuestro dolor.
El covid-19 ha convertido a la muerte en un hecho solitario, los enfermos son aislados, únicamente acompañados por sus cuidadores médicos, lo que hace que la consternación se profundice. A su vez, esos profesionales de la salud están desbordados, agotados física y emocionalmente, viviendo día a día una tragedia. Sin un tratamiento médico eficaz atraviesan una situación impactante, en ocasiones, parece que sólo gestionan la muerte. Algo devastador, agravado por la carencia de recursos, viviendo con miedo al contagio, incluso aislados el personal sanitario sabe que podría contagiarse y contagiar. Muchas más personas sobreviven al virus, pero la falta de un tratamiento provoca incertidumbre.
A la triste idea de la muerte en soledad se añade la forma en que los cadáveres son tratados; los cuerpos se quedan en las casas o en las calles esperando a ser retirados, en unos casos la muerte ha sorprendido a quien no tiene techo, en otras los cuerpos son llevados allí por sus propios seres cercanos, angustiados buscando ayuda o por el miedo al contagio.
En estos días han circulado imágenes de esa acumulación de cuerpos de forma desordenada y descuidada, algunas son del país, en otros casos esas imágenes corresponden a otros lugares. Al final da igual, enfrentados a una situación inédita no vivimos el dolor con distancia, el sufrimiento está muy cerca de cada uno, nos recuerda nuestra propia humanidad, nuestra fragilidad, nuestra mortalidad, sufrimos y nos indignamos por la forma en que esto se maneja.
Se puede entender que en una situación excepcional todo se desborda, sin embargo, indigna ver cómo funcionarios locales se limitan a señalar con el dedo sin hacer nada, cómo algunos solo claman por ayuda “divina” sin asumir responsabilidad; y no se puede comprender la inhumanidad de quienes ganados por el odio circulan, entre imágenes verdaderas, algunos videos falsos para aumentar el miedo, el caos y el dolor. La verdad es suficientemente dura para añadir la mentira; algún día, espero, llegará la hora de señalar a los responsables por su negligencia y los que han demostrado su falta de humanidad. Mientras tanto, hagamos nuestra parte, cuidémonos y cuidemos, honremos la memoria de los que se han ido, acompañemos a los que sufren la ausencia sin adiós, agradezcamos a los que trabajan sin descanso estos días y, con responsabilidad y empatía, denunciemos lo que no está funcionando bien.