Enfrentar el covid-19 es tarea de todos. Sí. Uno de los sectores vulnerables son las cárceles. El Servicio de Rehabilitación no dudó en publicar un protocolo para saber cómo actuar en caso de que se presente un paciente. El documento tiene 12 páginas y detalla, por ejemplo, que quienes tienen tos, fiebre o dificultad respiratoria no podrán visitar a los reos.
Si los presos o adolescentes infractores presentan sospechas serán ubicados en espacios físicos habilitados para este propósito. Allí permanecerán hasta la primera atención médica, que deberá ser inmediata.
Está bien que se haya publicado estos lineamientos y que en los filtros de ingresos el personal tome todo tipo de precauciones. Pero valdría la pena profundizar más el mensaje entre los guías penitenciarios, que tienen la tarea de comunicar de manera inmediata si detectan alertas sanitarias y hoy reclaman equipos de protección.
Hay que atenderlos cuanto antes, más aún cuando los centros penitenciarios reportan un hacinamiento del 34%. Eso significa que 9 300 detenidos urgen espacios adecuados.
Si bien es cierto que la sobrepoblación carcelaria bajó ocho puntos en nueve meses es supremamente importante no descuidar a este grupo. Ellos también tienen la obligación de cumplir las medidas de prevención.
El protocolo de Rehabilitación plantea una serie de sugerencias: evitar el contacto con personas que sufren infecciones respiratorias, lavarse las manos usualmente con agua y jabón, cubrirse la boca al toser y estornudar con pañuelos desechables o con el antebrazo.
Es importante no compartir artículos de uso y consumo personal. Las líneas de acción trazadas por las autoridades también señalan que es necesario usar mascarillas y que estas se pueden utilizar tres horas y botarlas.
La máxima autoridad de cada centro carcelario debe supervisar minuciosamente el manejo y eliminación adecuada de desechos infecciosos (mascarillas y guantes), con la finalidad de prevenir el contagio. Todos debemos poner el hombro para salir de esta crisis.