La salud de un nieto, el buen comportamiento de un hijo o la vida de una hermana. Cada persona con un motivo distinto para sustentar su fe, pero una sola imagen a quien agradecer: la Virgen de Guadalupe, que desde ayer permanece en la capilla del Sagrado Corazón de María, en la Basílica del Voto Nacional.
Son apenas 120 imágenes reliquias (reproducciones con láser de la original que se encuentra en la Catedral de México) en el mundo y una de ellas está en Quito.
Con lágrimas en los ojos, con dificultad para hablar y en una silla de ruedas, Lucrecia Sulca, de 73 años, se aferraba a sus rodillas para pedir a la Virgen que le permita levantarse. Ella era una de las personas que, con su mirada fija en la imagen de ‘La Morena’ y su hija empujando su silla de ruedas, continuaron las calles Cuenca, Mejía y Venezuela. Por allí pasó la procesión que arrancó desde la iglesia de La Merced.
Hace dos años, Sulca fue operada y no ha vuelto a caminar. En su dormitorio, contaba, no hay día en el que no prenda una vela frente a la Virgen.
“Estoy segura de que me hará el milagro”, repetía con una voz entrecortada y tratando de secundar los gritos de la muchedumbre: ¡Viva la Madre de Dios!
La imagen de 1,70 m de alto por 1,30 m de ancho fue seguida ayer por miles de fieles. Con la emoción de que, de a poco, su nieto de 6 años está recobrando el movimiento, José Criollo se aferraba a una efigie de la Guadalupana.
Hace dos años, él y su esposa, Fabiola Taipe, al ver que una fuerte fiebre había dejado postrado a su nieto, no dudaron en viajar a México para pedir por el pequeño.
“Nos dijeron que habría un tour para ir a ver a la Virgen y nos financiamos los USD 2 250 que costaba por cada uno”.
Su nieto estaba muy delgado. “Llegamos a México y de rodillas le pedimos que nos haga el milagro y nos está cumpliendo”, decía la mujer que, sin soltar la imagen de ‘La Morena’, aseguraba que la Guadalupana está devolviéndole a la vida al pequeño.
Entre la muchedumbre, abriéndose paso, Margot Bilaña, de 40 años, trataba de vender carteles de la patrona de América Latina. “En mi familia, la Virgen se hizo presente. Hace un mes, luego de dar a luz, mi hermana entró en coma. De rodillas, llorando, le pedí que la salvara y lo hizo”.
Ella no podía contener el llanto. Mientras, la imagen donada por México al Ecuador, avanzaba por la calle Cuenca, rodeada de flores y resguardada por los miembros de la Escolta Presidencial.
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Bilaña no terminaba de agradecer el milagro, cuando los cánticos de los fieles eran cada vez más fuertes. La Banda del Regimiento Quito se escuchaba de fondo y al testimonio de Bilaña se sumaba el de María Soria, de 57 años.
Sosteniendo un cuadro de la Guadalupana, con un plástico en la cabeza, Soria decía que a la Virgen le debe que su hijo haya cambiado. “Pasó de tratarme mal, contestarme, no llegar a la casa, a construirme un baño, arreglar los aparatos de la casa”, repetía.
Soria elevaba su vista al cielo y agradecía por haber cambiado a su hijo. “Todos los días iba a la Catedral a llorarle para que me ayudara con él. Ella me escuchó”.
En la procesión, los testimonios no cesaban. El viento no impedía que los fieles encendieran velas. Mujeres con niños en brazos caminaban, sin que el cansancio doblegara su deseo de acompañar a la Virgen hasta la Basílica.
Con bastón en mano, adultos mayores se unieron a la caminata para presenciar la ceremonia de entronización. Por la calle Venezuela, las palmas se agitaban y las lágrimas de los devotos estremecían. La cuesta se iba empinando y se distinguía el reloj de la Basílica. Marcaba las 10: 55 y la Virgen llegaba a su nueva morada.
Las bancas del templo rebosaban, cada rincón era ocupado por los fieles, quienes levantando sus cabezas, intentaban ver a la Madre de América. En la iglesia, no había cabida para la distinción de las clases sociales. Vendedoras con sus mandiles a cuadros intentaban llegar al altar, mientras mujeres con tacones altos y abrigos elegantes hacían lo propio.
La reina de Quito, Andrea Callejas, con una flor en las manos, profesaba su gran devoción por la imagen que, según contó Claudia Salazar, miembro de la Misión por el Amor de Dios en Todo el Mundo, llegó a Ecuador en febrero de este año.
La madre de la Soberana de Quito es parte de la Misión y una fiel devota, contaba Callejas.
Entre la emoción de la gente, la Virgen de Guadalupe pasó a ocupar su sitio en la Basílica. Rosas blancas y rojas rodearon la imagen, toda una expresión de fe.
Permanecerá en la capilla ubicada detrás del altar del Sagrado Corazón de Jesús. Desde hoy, los devotos podrán visitarla.