El lado B de Quito, en los últimos años, ha sido retratado por autores locales. Foto: Archivo EL COMERCIO
Toda ciudad en el mundo tiene su lado B, espacios donde la gente vive al margen de las normas establecidas. Ese universo ‘underground’ que puede estar concentrado en un barrio, en una calle o en un edificio de hotel, ha sido retratado en numerosas ocasiones por escritores locales.
Uno de los libros que muestra la cara de este Quito ‘under’ es ‘Precipicio portátil para damas’, del escritor guayaquileño Adolfo Macías Huerta. En esta novela, Delfín Tonato, el personaje principal de la historia, se mueve en medio de la vida nocturna de los barrios de La Mariscal y de Guápulo.
Delfín es un bufón, una versión milenial del chulla quiteño que obviamente no tiene dónde caerse muerto, porque está enfrascado en escribir su tesis sobre María Angula, una reivindicación de este personaje famoso en la cultura popular oral del país.
El lado B de Quito también está retratado en ‘Desnuda Oscuridad’. La novela escrita por Óscar Vela sigue los pasos de un asesino de homosexuales, descubre una mafia de mendigos delincuentes y los entuertos de una secta agnóstica que profesa la muerte mística.
En un pasaje de la novela, uno de los protagonistas visita Dionisios, un drag teatro bar que se convirtió en referente de la comunidad Glbti.
En ‘Hoteles del Silencio’, la última novela de Javier Vásconez el mundo ‘under’ se remite a hoteles de mala muerte donde se refugia Jorge Villamar, el protagonista de la historia. De estos espacios concentrados en el centro de la ciudad, el lector se desplaza a uno poco convencional dentro de la literatura local, las quebradas.
La Oruga, el padre de Villamar, vive en los molinos que quedan al final de la avenida 24 de Mayo. Sus vecinos son delincuentes, mendigos y prostitutas que transitan en medio del caos urbano, aislados de la vida cotidiana.
‘207’, la última parte de una trilogía escrita por Rafael Lugo, tiene como protagonista a Ignacio, un hombre que vive los últimos dolores de una enfermedad terminal; Virgilio, su único amigo; Amanda, una mujer que encuentra en Ignacio la posibilidad de lograr su tan anhelada venganza; y Quito, una ciudad caótica.
Lo que atraviesa a todos estos mundos, cargados de una gran fuerza psicológica, es la impunidad, la falta de un juzgamiento terrenal sobre los actos que han cometido o de los cuales fueron víctimas.
De Ignacio se sabe que está a punto de morir, que ha matado a muchas personas y que camina libre por las calles reflexionando sobre la evaporación constante de su cuerpo, al cual mantiene a punta de morfina. El único ‘castigo’ por sus crímenes parece ser la falta de respuesta de sus esfínteres y esos espasmos que lo hacen retorcerse de dolor. De Amanda se sabe que tenía una hermana gemela que murió aplastada por un bus que era manejado por un chofer que tenía una licencia comprada, y que crió a una sobrina ciega.
Un libro que recorre el lado B de Quito de una manera lúdica es ‘Quito Bizarro’, la antiguía de la ciudad escrita por Juan Fernando Andrade y Juan Rhon, en el 2012. En esta publicación aparecen lugares como Ecuaswingers, donde se puede encontrar parejas para tener sexo recreativo, una hueca donde se puede comer fetos de res o un espacio llamado Rokkis donde se puede disfrutar de lo mejor de la tecnocumbia nacional.
Un clásico de la literatura local en el que mejor se retrata la vida ‘underground’ de ‘La Carita de Dios’, de los últimos años, es ‘Los Kitos Infiernos‘, una trilogía escrita por el imbabureño Huilo Ruales.
Esta trilogía comenzó con ‘Edén y Eva’. La protagonista de esta historia es Eva, una mujer amante de la poesía y del arte que vive al ‘margen y que repudia las contradicciones de una ciudad claramente dividida en clases sociales, donde los privilegios son para unos pocos. En esta historia al autor le interesa ‘reinventar’ la ciudad desde su marginalidad, desde sus ‘infiernos’ cargados de soledad, egoísmo y precariedad.
La lluvia y el frío son dos elementos que matizan a muchas de estas historias. A veces son lluvias incesantes que perturban al lector y otras suaves lloviznas pasajeras.