Jorge Oña mantiene abierta hasta el 19 de julio su primera muestra individual, Serendipia, en la galería NoMínimo de Samborondón. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.
Una investigación que trataba de reconocer modalidades de exposición de guerrillas, que incluía la forma como los comerciantes informales exhiben su mercadería en las calles de Guayaquil, terminó relacionando elementos tan disímiles como la arquitectura gótica y las ruinas romanas con las coloridas lonas de yute sintético que cubren los edificios en construcción.
‘Serendipia’, el título de la primera muestra individual de Jorge Oña, hace justo referencia a un descubrimiento, a un hallazgo afortunado e inesperado, que se produce cuando se está buscando en realidad otra cosa. La exposición permanecerá abierta hasta el 19 de julio en la galería NoMínimo, en Plaza Lagos (Samborondón).
Oña, que nació y vivió en Quito hasta los seis años, se apropia y descoloca el uso de estas lonas de colores vivos, mallas tejidas de polipropileno, con las que se cubren edificaciones, se confeccionan grandes sacos o que los comerciantes extienden en el suelo para exhibir y recoger velozmente su mercadería.
En Serendipia, integrada por siete piezas (tres obras en cartulina y cuatro lienzos en acrílico, grafito, acuarela y tinta), Oña cubre con la estética de tonos horizontales de las lonas una “pagoda o pirámide” de una ruina romana o forma la colcha de una extraña cama con torres y detalles de la arquitectura gótica.
“Cuando las construcciones cubiertas con estas lonas son abandonadas después de unos meses parecen ruinas, una cosa que recién está construyéndose empieza a parecer algo en decadencia”, explica el artista, de 30 años, que fuera estudiante y hoy es profesor del Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE).
“Entonces hay una revisión histórica del elemento de la ruina como tal, se relaciona a estas lonas de uso popular con ruinas griegas y romanas, una pirámide y un féretro de piedra”, agrega el autor.
La investigación se compenetra con elementos autobiográficos. El artista vivió su primera infancia frente a la basílica neogótica de San Juan, en Quito, su abuelo fue carpintero por 50 años y creaba muebles ‘frankenstein’ que mezclaban diferentes estilos. La exposición presenta además de la cama, una silla híbrida resuelta a partir de torres y portales de la convención del gótico.
El artista también se recuerda jugando en las ruinas de un cementerio destruido sobre el que se iba a construir un colegio. “Quería impregnar a las obras de esa extrañeza, de esa nostalgia y melancolía. E incluir esa cosa del juego”, dice Oña, que en una obra convierte una cruz ladeada en una suerte de cometa.
La impronta de las obras guardan similitud con la construcción de los gráficos de tercera dimensión, Oña se reconoce como “deudor de la gráfica digital” y dicta el curso de conceptualización gráfica en la carrera de producción de sonido del ITAE.
Karina Skvirsky, artista ecuatoriana y docente de arte contemporáneo en Nueva York, encuentra en las piezas de Oña referencias a las obras de Christo y Jeanne Claude, especialmente en la manera como estos artistas empleaban las lonas para cubrir edificios como el Reichstag en Berlín, en un gesto que hablaba del conflictivo pasado del edificio que representaba la democracia en Alemania.
En unos casos –dice Skvirsky- en las piezas expuestas la lona se “convierte en decoración en vez de llamar la atención sobre su uso original”. En otras mezclan la arquitectura gótica y el simbolismo católico. Según la catedrática, otras obras de la serie presentan una poética y una yuxtaposición entre un material cotidiano, desechable, y la referencia a una cultura histórica, lo que le imprime un giro conceptual a la pintura.