La biografía de esta mujer de 50 años, celebrada o repudiada por los venezolanos, es digna de un folletín político. La ‘Incontrolable’, como la llamó su biógrafo, fue la fundadora de la Unión Popular Venezolana (UPV), ala pequeña y bulliciosa en el extremo izquierdo del Partido Socialista Unido.
Lina Ron es incondicional del ‘comandante’ de la revolución bolivariana y una voz que, a ratos, incomoda por sus arrebatos. Incomoda tanto, que Chávez lanzó hace días la sospecha de que podría ser una infiltrada del enemigo. Pese a quererla a su lado, Lina se le va de las manos.
Pero no es infiltrada. Es la exponente del extremismo temperamental que el propio Chávez practica y estimula, la voz vengativa en una lucha de clases que estaría incubándose y creando el clima de rencores propios de una guerra civil que talvez nunca ocurra, pero que duerme la siesta en el imaginario venezolano.
“La tengo que regañar por su indisciplina revolucionaria”, ha dicho Chávez refiriéndose a la ‘Comandanta’, que asaltó el lunes, con un piquete de sus soldados civiles, la sede de Globovisión en Caracas. Se diría que la menuda rubia cincuentona se creía asaltando La Bastilla.
Las imágenes de ‘la toma’ parecen el ensayo general de una toma más decisiva, de la batalla final. Hace un año, Lina Ron hizo otra de sus travesuras: encabezó la toma del Palacio Arzobispal de Caracas. “¡Con Chávez todo, sin Chávez plomo!”, suele repetir. Muchos chavecistas moderados se lo reprocharon, pero la moderación no es materia de que está hecha esta mujer.
Los arrebatos mediáticos de Lina Ron se remontan a 2001, cuando quemó la bandera de los Estados Unidos en una suerte de júbilo por los atentados terroristas del 11 de septiembre. Eso condimentó la celebridad de una mujer que parece alojada en algún cálido lugar del corazón de Chávez, quien la tiene por una aguerrida “luchadora social”.
Por la agresión a Globovisión, Lina Ron fue detenida. “Globovisión es objetivo de la revolución”, ha dicho. Y aunque la cadena no sea propiamente un modelo de democracia mediática, ni un dechado de responsabilidad social, la temeridad de la ‘Incontrolable’ es un gesto propio del chavecismo.
El motor miliciano de Lina Ron se encendió en estos días con el cierre de 34 emisoras de radio y la perspectiva de que el Gobierno cierre muchas más amparándose en “la ley”. Si estos cierres son la gasolina de un proyecto de silenciamiento de medios privados opositores del Gobierno, una tubería de aceite empieza a correr de manera amenazante.
Lina Ron es una figura de rojo encendido en la radicalización del chavecismo y en la cada vez más visible polarización del país. Nada debe excitarla tanto como la posible aprobación de la ley “contra delitos mediáticos”, una ley que no cobijaría, por supuesto, a los propagandistas del Régimen.
El Tiempo, Bogotá, GDA