Pablo Fiallos. Redactor
cine@elcomercio.com
Si hay algo que reprochar al director estadounidense, Ron Howard (‘El código Da Vinci’), podría ser su habitual conformidad por reiterar la fórmula comercial de Hollywood que le ha hecho un cineasta poco innovador, pero muy rentable.
Sin embargo, su último filme opaca cualquier tipo de prejuicio en su contra. Y no es que ‘Frost / Nixon’ escape al convencionalismo en su puesta en escena, sino que su más reciente cinta apunta a un objetivo claro y juega con ingeniosos elementos dramáticos. Así reconstruye un episodio mediático que ya de por sí atraía el interés y la mirada del mundo entero.
La cinta se centra en un momento de la vida del ex presidente de EE.UU., Richard Nixon, muy venido a menos tras verse obligado a renunciar al máximo cargo público. Sucedió luego de una serie de fracasos políticos que terminó con el vergonzoso caso de Watergate, donde se descubrió que el Gobierno espiaba a miembros del Partido Demócrata.
Fue en el año de 1977, cuando Nixon accedió a salir en la TV en una serie de entrevistas sobre los escándalos que habían obligado al ex Presidente a dejar la Casa Blanca. Por el dinero ofrecido, medio millón de dólares, y por creer que el rival, un presentador de TV británico, iba a resultar accesible en su propósito de recrear su imagen frente a la opinión pública, Nixon aceptó participar en este encuentro.
Las tomas cortas alternan la realidad registrada por la TV de la época con los falsos testimonios de los actores que interpretan a los personajes implicados en la investigación. Con esto se logra un inicio de ritmo trepidante. El director logra enganchar a partir del escándalo y muestra como si fuera una noticia actual.
La mezcla entre ficción y documental, de la primera parte del filme, conecta de inmediato al espectador con la historia y lo prepara para el esperado encuentro entre periodista y político, de la misma forma que se prepara la investigación anterior a la entrevista. A partir de ese momento, el director muestra las diferencias morales entre ambos protagonistas dibujando a Frost, hábil y carismático, y a Nixon, interesado y calculador.
Sin abandonar los testimonios que mantienen la sensación de cercanía con el suceso, el cineasta replantea allí la puesta en escena. Howard presenta la preparación de Frost yNixon, como si el contexto de esta cinta perteneciera más bien a un combate de box.
Precisamente, esa comparación sutil entre los contendores, como si fuera un joven retador frente a un peso pesado, cada uno en su esquina y acompañado de su mánager, es lo que permite que el filme no decaiga ni un instante en sus 122 minutos de duración.
Asalto tras asalto, ambos van revelando sus personalidades e inseguridades. La experiencia de Nixon se cruza con la actitud de Frost en un encuentro que promete una paliza inicial, pero que cambia los papeles entre ambos personajes a cada minuto. La cinta de Howard recuerda un histórico momento de confesión, tras uno de los sucesos más polémicos de la política en EE.UU. En la recreación del personaje el filme humaniza al mito, a través de una necesaria confesión justo antes de que suene la última campanada.