Mi padre, un kichwa de Peguche, con sus 71 años conoce poco al movimiento indígena. De forma recurrente pregunta lo que no entiende, lo que ha escuchado y visto en los medios de comunicación. Si para mi padre es así, resulta lógico que para muchísimos ecuatorianos sea un fenómeno incomprensible.
Las confusiones están en primera línea: periodistas, locutores y analistas cometen errores en los calificativos y adjetivos. Nos llaman tribus, clanes, hordas, étnicos, indios, por decir lo más publicable. También nos nombran de forma plural, sin entender que el movimiento indígena es uno aunque en su interior se mueven, como es lógico, distintas tendencias y organizaciones que cuentan con sus propias filiaciones, orígenes, intereses y respuestas ideológicas. Entonces, es importante que el país comprenda que hay un solo movimiento que se nutre de su pluralidad étnica y cultural.
Anotemos las organizaciones más importantes: la Conaie, que nace de la ruptura con la vieja izquierda y la iglesia progresista, los portavoces naturales que expresaban sus demandas y aspiraciones. La ideología de la Conaie se basa en un pensamiento propio inspirado en su historia, el vínculo con la madre naturaleza y sus conocimientos ancestrales. Sobre esa base promulga un estado plurinacional efectivo y práctico.
La Fenocin viene de transformaciones permanentes y es la propuesta ideológica de organizaciones que persisten en la gremialización de lo indígena, por tanto lo indígena es elemento y no fundamento. La FEI es la más antigua, producto de los intentos de aplicación de la teoría comunista respuesta a las particularidades indígenas.
También están la Feine, que responde a los intereses de la Iglesia Evangélica, y otras organizaciones de menor importancia que no caben en este análisis.
Todas estas organizaciones han experimentado lo que significa la participación política convencional. Sus líderes han conocido muy de cerca la militancia en varios y diversos partidos, lo cual les ha dado una experiencia vasta. Sin embargo, es evidente que la Conaie es la que mayor presencia y trascendencia ha tenido y tiene en la historia contemporánea, si cuantificamos y cualificamos su presencia en la vida nacional.
Pero, hay que decirlo: el movimiento indígena ha pecado de ingenuidad. Los dirigentes históricos no han podido unificar criterios, consolidar un ideario o unificar una agenda. La mayoría ha sido presa fácil de politiqueros oportunistas que han desviado y manejado su participación, sino recordemos la triste alianza de Pachakutik con Sociedad Patriótica, que llevó a una degeneración de su pensamiento y acción política. Por ahí empieza el desafío.
Columnista invitado