Hace veintiún años la vida de Rogelio Viteri Ungaretti y su familia se trastocó. La razón, denunciar actos de corrupción que conoció mientras cumplÃa su designación de Agregado Militar en Londres. Su primera denuncia, presentada ante sus superiores, le valió tres dÃas de arresto, que debÃa cumplirlos al regresar al paÃs. No les importó a sus superiores saber que se pagó por el leasing del local donde funcionaba la delegación diplomática, cuatro veces el valor del mercado. La segunda denuncia, hecha al Embajador ecuatoriano, desencadenó el infierno: descubrió que un grupo de altos oficiales de las Fuerzas Armada, y sus familias, viajaron a Londres y ParÃs, con todos los gastos pagados por una de las compañÃas de seguros que competÃan por recibir un inmenso contrato para asegurar las naves y aeronaves militares. Además de pasajes, hoteles de lujo, el paseo turÃstico a ParÃs y la visita a Londres, todos recibieron una tarjeta de crédito para compras y gastos.
La denuncia se filtró a los medios ecuatorianos; al señor Viteri se le ordenó regresar de forma inmediata a Ecuador; lo hizo con su esposa y dejando a sus dos hijos, aun niños, en Inglaterra. Se le acusó de traición a la patria, se le arrestó, él y su esposa sufrieron amenazas, perdió su empleo y por el temor a ser asesinado tuvo que buscar refugio en Inglaterra. Algunos años de no poder trabajar, de vivir de la caridad, con hambre y miedo. Trabajó de albañil, guardia de seguridad, profesor de matemáticas.
Los denunciados, los corruptos, pese a los muchos informes que ratificaban que sus actos eran incorrectos, siguieron su vida sin mayores problemas; apenas una sanción menor por su viaje a Paris. En tanto, Rogelio y su familia vieron como su vida se transformaba para siempre.
Hoy, en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se está conociendo el caso, con la expectativa de que se haga justicia, pero este es un triste recordatorio de que siempre ha existido corrupción en el paÃs y que esta ha crecido gracias a la impunidad.