Juan Andrade Heymann, RocÃo Madriñán
Cuando, hace tiempo, el gran Ernesto Sábato sentenciaba: “No hay dictaduras malas y dictaduras buenas, todas son igualmente abominables, como tampoco hay torturas atroces y torturas beneficiosas”, no estaba haciendo una declaración retórica. No, sus palabras iban y van en profundidad a la esencia misma de la ética.
No es ético, y por tanto no es de izquierda, apoyar a una dictadura como la de Castro en Cuba. Al contrario, hacerlo es inmoral, tan inmoral como es respaldar los regÃmenes infames de Mugabe, de Obiang, el de la junta militar birmana y otras en el presente, o tan inmoral como haberse solidarizado con las de Ceasescu, Ulbricht, Gomulka, Hoxha, Videla, Pinochet y otras en el pasado.
En efecto, tal actitud inmoral hacia el castrismo es la del dictador filofascista y sus esbirros. Ningún fin justifica medios delictivos; ningún fin justifica violaciones a los derechos humanos; ningún fin justifica torturas ni desaparecidos; ningún fin justifica la mentira, el engaño, la demagogia, la deshonestidad. Ningún fin justifica la barbarie ni las atrocidades de todos los terrorismos ni de ningún Estado.
Desde luego, también hemos condenado y condenamos el bloqueo estadounidense a Cuba, por mil razones diversas.