Redacción Guayaquilguayaquil@elcomercio.comMientras le daba de lactar, Sara RodrÃguez trataba de proteger del sol a su pequeño Leiner, de año y medio. Frente a ella, el panorama era poco alentador: su casa, en la cooperativa Margarita II, cantón Milagro, en Guayas, estaba bajo el agua.En su rostro, se reflejaba malestar. La razón: la ayuda ofrecida no llegaba hasta pasado el mediodÃa de ayer. Ella es parte de las 200 familias afectadas por el desbordamiento del estero BelÃn, en el noroeste de Milagro.RodrÃguez y otras madres con sus hijos fueron trasladadas, por los bomberos, al albergue del antiguo asilo de ancianos Hogar de Betania. Pero ante la falta de comida, agua y un colchón , RodrÃguez regresó a su casa la noche del martes, en medio del riesgo.Gladys Campozano también mostraba su malestar. Ayer por la mañana, tras dormir sobre unos diarios puestos en el suelo, decidió volver a la cooperativa Margarita II. Con ella estaban sus hijos de 9 y 7 años. A las 10:00, las monjitas cerraron las puertas y no hubo cómo salir. Ayer por la mañana entre todas pusimos para comprar unos panes y leche, para preparar el desayuno. Tanto en el albergue como en la barriada, las personas afectadas por el invierno esperaban que se concreten los ofrecimientos de ayuda hechos por autoridades locales y nacionales.Irma Quito, presidenta de la Cooperativa, lamentó que no sean atendidas. Necesitamos agua potable y alimentos, especialmente, para los niños. Norma Sánchez, quien junto con su esposo e hijo sacó sus pertenencias y pidió posada en una casa a la entrada del barrio, se quejó de que miembros de la Defensa Civil llevaron cloro, pero no tienen agua ni reservorios para tratar el lÃquido.A media mañana, la Defensa Civil llevó algunas botellas de agua potable y colchones al albergue. Eso, mientras Janeth Salvatierra, delegada del Innfa, levantaba un censo. En ese sitio están seis familias, dos de ellas son del vecino barrio de San José, también afectado.Por su parte, Carmen Viteri, Aurelio Vera y Cecilia Miranda se apoyaron entre ellos para caminar sobre el agua y no caer. Esta última perdió en la inundación unas 3 000 tilapias que criaba en un estanque y que eran parte de su sustento. Ahora espera que la ayuda llegue.En ese momento, MarÃa, de 13 años, regresa del colegio, en una improvisada balsa. VestÃa un uniforme blanco. Ella espera que el agua baje para ir y volver de la escuela caminando.