Cuando se afirma que la inseguridad diseña las viviendas actuales no se está diciendo solamente una frase de cliché o sobredimensionada; es la más absoluta realidad.
Esta circunstancia urbana se hace más evidente en los barrios populares, donde los vecinos no pueden pagarse guardianÃas privadas ni cercas eléctricas ni cerramientos amurallados. Los casos son moneda corriente en los noticieros diarios.
¿Qué hacer para frenar esa avalancha delictiva? Pues, además de las acciones policiales pertinentes, mejorar las condiciones del hábitat a todo nivel. No queda más.
Según los entendidos en psicologÃa ambiental, los delitos contra las personas son más frecuentes en las áreas más deprimidas; mientras los delitos contra la propiedad son más propios de las zonas comerciales y de nivel residencial socialmente más elevado.
Por esa coyuntura, gran parte de la solución de esta problemática está en manos de los profesionales del diseño y de las ciencias de la conducta. Estos deben unir sus conocimientos y entrar en el campo de las aplicaciones concretas, conscientes de que el urbanismo y el entorno social tienen gran incidencia en materia de seguridad ciudadana.
En última instancia, poner puertas y ventanas bajo siete llaves no frenará la inseguridad. Solamente, como ya sucede, va a afinar la creatividad de los delincuentes.
La mejor arma para frenar el flagelo es diseñar una polÃtica de gestión urbanÃstica coherente, que ponga énfasis en el mejoramiento de la dotación de infraestructuras y de los servicios de bienestar social. En otras palabras, se necesitan acciones orientadas a mejorar la calidad de vida de la mayorÃa de la población y no solamente de unos pocos, como hoy sucede.