Mujeres circulan en bicicleta por el centro comercial Vittorio Emanuele II, en el centro de Milán. Foto: AFP
A finales del siglo XIX y principios del XX, la presencia de la tuberculosis derivó en la aplicación de mecanismos para combatirla (en los espacios habitables y de uso compartido), como la higiene extrema, la adecuada ventilación, la eliminación del polvo, las paredes blancas, que germinaron una nueva arquitectura en áreas urbanas.
A inicios del siglo anterior, los arquitectos tomaron ideas y experiencias de médicos y enfermeras para aplicar nuevas normas para la construcción e incluso la planificación.
Pero la historia viene de antes. Carlos F. Lahoz, profesor de urbanismo de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, en una entrevista difundida por la agencia Euronews, sostiene que las primeras leyes urbanísticas nacieron en el siglo XIX, durante la Revolución Industrial (1820-1840), para controlar las enfermedades infecciosas. “Se implantaron (las normas) para aumentar el tamaño de las viviendas, como que hubiera ventilación o que llegara la luz del sol y fueron gracias al miedo a la pandemia, a la tuberculosis y a otras enfermedades similares”.
Casi dos siglos después y bajo los efectos de la pandemia y la irrupción tecnológica, las ciudades viven un nuevo momento derivado de la experiencia que deja el confinamiento. Sobre todo, porque el aislamiento físico es considerado como el mejor mecanismo para evitar el contagio y propagación del virus.
El temor a las multitudes (no contacto cercano, no sitios cerrados ni concurridos), el distanciamiento, el teletrabajo, la teleeducación, el transporte, sin duda han cambiado la forma de relacionarse entre el individuo y su ciudad. Un 85% de la población que ha resultado afectada por el covid-19 vive en áreas urbanas y más del 80% de la fuerza de trabajo global resultó perjudicado por el confinamiento de una manera total o parcial, según las proyecciones de entidades como la Organización Mundial de la Salud y la Organización Internacional del Trabajo.
Las primeras modificaciones que se han visto en las urbes han sido rápidas y circunstanciales, como las restricciones de paso (habilitar más vías para los peatones y las bicicletas), mamparas en supermercados, señalética de distanciamiento en el suelo, ampliación de espacios en restaurantes o los balcones reconvertidos en centros de la actividad social.
¿Cuál es el principal reto para las ciudades, en una etapa de pospandemia? “El reto es hacerlas seguras y saludables para vivir, y que esta seguridad sea algo real, y se perciba como tal”. Así reflexiona Cristina Mateo Rebollo, decana asociada de la Escuela de Arquitectura y Diseño de IE University en Madrid. “Se trata de aprovechar este pensamiento y conciencia de la necesidad de sentirnos seguros, pero a la vez de estar cerca, unos de otros, y no aislarnos”, señala.
Y surge otra pregunta: ¿cómo visualiza a esas nuevas ciudades? Serán las mismas ciudades de siempre, pero ahora que somos más perceptivos y conscientes de la importancia de la seguridad y salud, serán ciudades más miedosas, al principio, y una vez que se normalice la vida paulatinamente recobrarán una cierta normalidad, añade Cristina Mateo.
En la etapa pospandemia sin duda se advierten cambios, tanto en el diseño arquitectónico como en el diseño y planificación urbana, explica Fernando Carrión, docente investigador de la Flacso. Asegura que se deberá pensar ahora en viviendas con mayor vinculación al sol, mayor ventilación; se debe considerar a los balcones como un lugar de interacción social con el espacio público. Incluso, la tienda del barrio ha tenido un rol más protagónico, en su servicio de abastecimiento -no solo de productos alimenticios– para una población que estuvo confinada.
John Dunn Insua, docente de la USFQ y asesor del Instituto Metropolitano de Planificación Urbana, considera incluso que se viene un momento de readecuación dentro de los hogares, porque ahora en las viviendas se deben considerar espacios para el teletrabajo, el teleestudio. Además, menciona que habrá más simplicidad en los espacios comunales y más bien se apelará otra vez al patio o al jardín de la casa.
En el ámbito urbano hay cambios importantes que tienen que ver con la densidad, añade Carrión. Ya no es dable tener ciudades con altísimas densidades, como por ejemplo, el caso de Nueva York en Manhattan, “esos rascacielos ya no se justifican”.
Por otro lado, añade que en las urbes que tienen mucha distancia entre sí, como Quito y los valles, esto no es bueno, porque dificulta el acceso a servicios esenciales. “También es absolutamente necesario resolver los problemas de diseño urbano vinculados a la altísima tecnología. Estamos entrando en el concepto de teleciudad, a la ciudad virtual”.
A eso hay que incluir el tema del transporte y de la cercanía con el lugar de trabajo. En medio de los temores que genera la idea de un contagio, la tendencia podría ser que la gente quiera nuevamente depender más del auto particular que del transporte público. “Eso, lamentablemente sería un retroceso en ciertos aspectos”, comenta Dunn Insua. “Pero habría que ver cómo logramos que el transporte público sea seguro en términos sanitarios y que sea más efectivo que antes, sin aglomeraciones y cambiar las reglas del juego”.
Conforme transcurren las semanas, la ‘nueva normalidad’ derivada del covid–19 plantea desafíos a la planificación, que no necesariamente implica desarrollar grandes proyectos en infraestructura. No obstante, si en los próximos meses se encuentra la vacuna contra esta pandemia y todo regresa a la normalidad, ¿son válidos los cambios que se visualizan desde la arquitectura y la planificación?
Fernando Carrión responde que sí, porque de la información proporcionada por la OMS en este siglo se han dado nueve pandemias. “Si es así, cada dos años ha aparecido una. Eso significaría que en el 2021 probablemente se tenga otra”. Pero, además, también hay que concebir esas modificaciones en función del desarrollo tecnológico, porque la pandemia también aceleró su presencia en la cotidianidad de la gente.