En la estación de ferrocarril de Salinas (Imbabura) se realizaban presentaciones de baile y música afrochoteña. Foto: Archivo / EL COMERCIO
La ruta del tren Alausí-Sibambe fue la que mayor demanda de pasajeros tuvo durante el 2018. Ese año, 117 000 personas se transportaron en una de las rutas que mantenía activa la empresa pública Ferrocarriles del Ecuador. 59 630 pasajeros, más del 50% del total de usuarios, eligieron realizar esta travesía, que incluye un descenso por la Nariz del Diablo.
Cada vez que el tren terminaba el descenso por esta montaña, este avanzaba un par de kilómetros hasta llegar a la estación de Sibambe, una parroquia rural del cantón Alausí, en la provincia de Chimborazo.
En este lugar, hasta antes de la pandemia, los turistas -en su mayoría extranjeros- eran recibidos por un puñado de hombres y mujeres de la zona. Ellos realizaban la presentación de una danza tradicional, el preámbulo cultural para la visita al pequeño museo local y a la cafetería, que vendía productos de este sector.
En 2008, la estación de Sibambe, al igual que el resto de estaciones, túneles, puentes y sedes de alojamiento de los técnicos extranjeros que intervinieron en la construcción del trazado de la línea férrea, que forman parte de Red Ferroviaria del Ecuador, fue declarada como Patrimonio Cultural del Estado.
En la última década, el manejo de estos bienes patrimoniales, que desde 2016 también incluye a todo el sistema vial ferroviario, estuvo a cargo de Ferrocarriles del Ecuador.
Joaquín Moscoso, director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, explica que desde el anuncio del cierre de esta empresa pública, el INPC está trabajando en un asesoramiento técnico de todos los bienes patrimoniales a cargo de Ferrocarriles del Ecuador.
A criterio de Moscoso, la empresa que se haga cargo del manejo de la Red Ferroviaria del Ecuador tiene que incluir en su modelo de gestión un plan de conservación de todos los bienes patrimoniales.
“El tren tiene un valor patrimonial, material e industrial, pero hay que recordar que ayuda a revitalizar las comunidades y pueblos a través de emprendimientos que están vinculados al entramado ferroviario. Hay muchas economías que dependen de su funcionamiento”, dice Moscoso.
Raúl Maldonado, expresidente de la Junta Parroquial de Salinas (Imbabura), cuenta que la importancia del tren para las comunidades de la zona se remonta a la vida de sus ancestros. “Para nosotros, hablar del tren es hablar de la esencia misma de la vida de nuestros mayores. La estación de Salinas, todos los lunes, se convertía en un mercado. Con la llegada de productos de todas partes, se activaba el trueque, sobre todo de alimentos que son de este sector”.
En los próximos meses, la importancia patrimonial del Tren Trasandino Ecuatoriano podría escalar a un nivel internacional. Actualmente, es parte de la Lista Indicativa para Patrimonio Mundial de la Unesco. Entre los beneficios de alcanzar esta declaratoria está la protección del bien.
Adicionalmente, se uniría al selecto grupo de patrimonio ferroviario mundial del que es parte el Ferrocarril Rojo, en Suiza, o el famoso Tren
Darjeeling del Himalaya.