María Rosa Guamán aprendió de su esposo el oficio de la costura. Foto: José Luis Rosales/ EL COMERCIO.
Los tonos verde, rojo y rosado son los colores de moda en anacos o faldas para la celebración de la Fiesta del Sol o San Juan, en junio próximo.
Para cada festividad se buscan nuevos tonos, explica Adela Pupiales, una de las artesanas que confecciona la vestimenta tradicional para mujeres de los pueblos norandinos karankis y kayambis.
Al igual que otros nueve manufactureros, la mujer ofrece las faldas plisadas, blusas bordadas, fajas, collares y alpargatas en el Mercado Amazonas, en la capital de Imbabura.
Este oficio lo heredó de su madre, quien fue una de las primeras costureras indígenas en instalar un local con esta línea de vestuario en el principal centro de expendio de la urbe.
Pupiales tomó la posta del negocio familiar hace 15 años. De su progenitora aprendió a planchar los finos pliegues en los centros, como también le denominan a los anacos.
Igualmente a diseñar las formas de los bordados que adornan las vistosas camisas.
Explica que elabora estos trajes en tres tallas: pequeña que son para las niñas, mediano para jóvenes y grande para las mujeres. Este último se confecciona, según la contextura física de cada cliente.
La artesana es oriunda de la comunidad de San Clemente, en La Esperanza, una de las parroquias de Ibarra en donde se conserva la práctica ancestral del bordado.
De esa localidad también proviene María Rosa Guamán, que incursionó en esta actividad hace 25 años.
Recuerda que con su esposo Carlos Ichau, sastre de oficio, adquirieron un puesto en el mercado y empezaron con el servicio de arreglo de todo tipo de ropa.
Posteriormente incursionaron en la fabricación de los trajes indígenas. Poco a poco se fueron dando a conocer.
Sus principales clientes provienen de las parroquias La Esperanza y Angochagua, en el suroriente de Ibarra, y de Quito y Cayambe, en Pichincha.
El vestuario de este último cantón es similar al de las parcialidades karankis.
Hay pequeñas diferencias en el bordado y en los colores, explica Andrea Bonilla, diseñadora de modas. La ropa kayambi, por ejemplo, tiene tonos más fuertes.
La experta explica que para elaborar estos trajes se maneja un solo patrón. En las blusas se distinguen las mangas bombachas y el bordado en la solapa.
Las mujeres adquieren un atuendo nuevo cada año para la celebración del Inti Raymi. Esa es una costumbre generalizada, señala Guamán.
Hay personas que encargan la confección de sus atuendos con seis meses de antelación; la temporada más alta es de mayo a agosto.
En este mercado, el costo de un anaco oscila entre USD 30 y 40, mientras que las blusas bordean los USD 80. Estas últimas miden entre 75 centímetros y 1 metro de largo.
En estos locales también se comercian los patrones con los diferentes tipos de diseños de bordados. Hay clientes que prefieren coser personalmente en casa.
La tecnología llegó para la elaboración de los trajes típicos. Ahora, hay una máquina computarizada en las que se bordan las blusas.
En la mayoría de los locales del mercado laboran familias. Luis Ichau, hijo de Guamán, se encarga del manejo de estos nuevos aparatos.
Por lo laborioso de la fabricación de esta vestimenta también cuentan con colaboradores externos.
Una de ellas es Victoria Carlosama, vecina de la comunidad de San Cristóbal. Ella se especializa en el plisado de las faldas. Con una plancha realiza los finos y rectos pliegues.
Para plegar esta prenda se requiere una hora y media. Carlosama calcula que a la semana alcanza a elaborar 30 prendas. Es una actividad que alterna con las labores del hogar.
Para la mayoría de los artesanos, lo más importante es mantener la vestimenta tradicional, que identifica a su pueblo.
El lunes último vistieron con uno de estos trajes a Andrea Scacco, virtual alcaldesa de Ibarra, la primera mujer en ocupar ese cargo.