Cuando se habla de melanoma, hay que introducirse en la piel para entender su evolución. El tejido que nos cubre está formado por miles de queratinocitos, las microscópicas células que entretejen la epidermis.
Por cada 10 de ellas hay un melanocito, una célula similar a una mano con dedos abiertos que se encarga de la pigmentación. Si estas presentan cambios o alteraciones, pueden generar una tumoración maligna, que es identificada como una mancha o un lunar de comportamiento atípico.
En Ecuador, no hay estadísticas actualizadas acerca de la incidencia de la enfermedad entre la población, a pesar de que debido a la alta radiación solar que recibimos todo el año, el riesgo es alto.
La Sociedad de Lucha contra el Cáncer (Solca) ubicó en 2017 al cáncer de piel como el tercer tipo de cáncer más frecuente en hombres (10,2%) y el cuarto en mujeres (6,4%). Según reportes internacionales, el melanoma representa el 1,5% de los tumores. Al año, en el mundo se detectan unos 160 000 casos nuevos.
El abecé de la enfermedad
El carcinoma basocelular y el escamocelular son los cánceres de piel más frecuentes y también los más manejables. Por el contrario, el melanoma es más invasivo y puede causar metástasis, células malignas que pueden desplazarse a distintas partes del cuerpo.
En Solca Guayaquil detectan unos cinco casos de este tipo cada mes. María Fernanda Carvajal, dermatóloga del hospital oncológico, dice que puede aparecer como una lesión nueva o como una lesión que ya existía y empieza a cambiar, como ocurrió con el lunar en el párpado inferior derecho del presidente Lasso.
Para notar esos cambios, Carvajal recomienda seguir de cerca los lunares. Y una buena técnica para valorarlos es el ABCDE: Asimetría, una mitad no es igual a la otra. Bordes irregulares, normalmente son lisos. Color, que pueden variar entre blanco, rosado, marrón y negro. Diámetro, si es mayor a 0,6 milímetros o similar al borrador en el extremo de un lápiz. Evolución, que se puede alertar por un rápido crecimiento.
“Como todo cáncer, mientras más temprano se lo detecte el pronóstico será mejor”, dice Carvajal. Por eso, la especialista recomienda ir a una cita dermatológica una vez al año. Y cada tres o cuatro meses si hay un lunar que requiera valoraciones más seguidas o por antecedentes familiares.
Entre los melanomas hay distintos tipos: el acral aparece como una mancha en la planta del pie o como una banda longitudinal en las uñas. Este es muy común en los latinos y afrodescendientes. También hay melanomas sensosuperficiales y el nodular, de mayor riesgo, porque tienden a profundizarse.
El diagnóstico empieza con una minuciosa exploración con un dermatoscopio, un lente de aumento para ver con claridad las lesiones. Según el dermatólogo Kléber Ollague Murillo, si en esta etapa se detecta alguna irregularidad se debe hacer una biopsia.
Estos análisis son de biología molecular e inmunohistoquímica. Ante lesiones sospechosas, el dermatopatólogo hace una medición de la profundidad de las células malignas. “Si está más allá de 0,7 milímetros, el riesgo de metástasis es bastante alto. Pero si está a menor profundidad, la extirpación con márgenes de seguridad dará un buen pronóstico”.
Ollague además recomienda una segunda biopsia, la de ganglio centinela. En esta prueba se extrae un ganglio cercano al área de la lesión, para determinar si hay metástasis o si el cáncer se irrigó en otra zona.