“Eres lo que comes” no debería ser una frase cliché más, pues si hay una dieta que respeta este lema, esa es la macrobiótica.
“Este régimen se origina a partir de una filosofía orientada al respeto y cuidado de la naturaleza, y en el equilibrio continuo de las energías del yin y el yang”, afirma Karin Serván Torres, docente de la carrera de Nutrición y Dietética de la Facultad de Ciencias de la Salud de Perú UPC.
Concentrándonos en el aspecto nutricional, esta dieta deja en claro qué comer y qué no. “Se basa en el consumo de alimentos naturales, integrales y ecológicos. Predominan los cereales integrales, los vegetales y las leguminosas (menestras)”, explica bien Serván Torres.
Como habrá deducido a partir de los componentes de esta dieta, se trata de una baja en grasas, en proteínas de origen animal y carbohidratos simples.
Pros y contras
“Los principales puntos en contra de esta dieta macrobiótica consisten en la selección adecuada de alimentos, así como en saberlos combinar y cocinar (de la forma más simple)”, sostiene la nutricionista. En cuanto a las ventajas, están la garantía de que los alimentos son nutritivos, sanos y naturales, de baja densidad energética.
Algunas ideas
Lo más complicado de seguir una dieta es pensar en platos prácticos para preparar. Por ello, la nutricionista de la UPC recomienda un plato tipo: arroz integral con frutas secas (pecanas y pasas) acompañado de verduras salteadas como el zapallito italiano, berenjena, alcachofa, champiñones y zanahorias y un aliño en base de aceite de oliva y semillas de ajonjolí.
Control
Cualquier régimen debe ser vigilado por un profesional de la salud para asegurarse de que es apropiado para la edad y necesidades energéticas del paciente. No se debe concebir esta dieta macrobiótica como un tratamiento terapéutico, ya que aún se encuentra en etapa de investigación.