La vegetación afectada en el incendio corresponde a pajonal (99%) y arbustos de bosque andino (1%). Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO
El incendio ocurrido en el cerro Atacazo el 29 de septiembre de este año dejó afectaciones a la flora y fauna del lugar. En dos años se podría recuperar la cobertura vegetal; la funcionalidad del ecosistema, se estima que entre seis y ocho años.
La Secretaría del Ambiente de Quito explica que hay que tener en cuenta los daños a la cobertura vegetal y a la funcionalidad del ecosistema. Respecto del primero, en incendios que se presentaron en este mismo tipo de cobertura (pajonal) se ha evidenciado que, dependiendo de la intensidad del flagelo, se puede recuperar en alrededor de dos años.
En el caso de la funcionalidad del ecosistema, los procesos de recuperación son de largo plazo. Al ser el páramo un ecosistema frágil y tomando en cuenta que uno de los principales servicios ambientales que ofrece es la regulación hídrica, la recuperación de la funcionalidad de la zona se estima en aproximadamente seis y ocho años.
Diego Cisneros-Heredia, profesor investigador de la Universidad San Francisco de Quito, explica que uno de los principales problemas relacionados con el fuego es que destruye “la arquitectura del hábitat”, que está dada por las plantas. Cuando pasa el incendio, el área queda descubierta y sin lugares donde la fauna pueda esconderse, por lo que tienen que movilizarse a otras zonas.
Hay especies que pueden escapar de las llamas, como las aves grandes o los mamíferos, pero en el caso de los anfibios y reptiles la situación es más compleja. Cisneros-Heredia dice que “aunque no hay diversidad altísima, sí hay especies importantes”, de las cuales algunas están en peligro de extinción, como la rana marsupial (Gastrotheca riobambae). Este animal se encuentra amenazado justamente por la destrucción de los hábitats.
El problema de este grupo es que su distribución es pequeña, por lo que viven una gran cantidad de ejemplares en espacios reducidos. Cuando se queman áreas naturales, se destruyen los pocos sitios donde las ranas pueden sobrevivir.
En el caso de los reptiles la situación es similar. Según Cisneros-Heredia, se conoce que en estas zonas habitan dos especies de serpientes amenazadas, lagartijas y otros animales que no pudieron haber resistido a un fuego tan grande, fuerte y largo como el ocurrido.
El reporte de la Secretaría del Ambiente indica que la fauna que se confirmó que sufrió afectaciones fue: conejos, lobos de páramo, aves (perdices, tórtolas y cuturpillas) y ratones de páramo. Se cree que especies como la guagsa de Gunther, lagartija minadora de vientre rojo y la rana terrestre altoandina posiblemente también sufrieron las consecuencias del incendio.
Fabricio Narváez, técnico de Fundación Cóndor Andino Ecuador, explica que en el Atacazo se han registrado áreas de uso de cóndores. El incendio representa una afectación para estos animales, ya que sus dormideros se consideran de importancia para su conservación. Son zonas donde descansan, intercambian información y desarrollan sus actividades sociales. Aunque no se han documentado nidos de la especie en este lugar, no descartan su presencia.
Según los últimos censos del cóndor andino en el país, la provincia de Pichincha es considerada uno de los principales territorios para la especie y cualquier afectación pone en peligro su supervivencia.
La Secretaría del Ambiente cuenta con una propuesta de restauración que consiste en promover y proteger los procesos de regeneración natural del pajonal y la vegetación arbustiva. Muchas de las hectáreas afectadas habían sido reforestadas recientemente.