Icarus seguirá a los animales desde la Estación Espacial

En la Estación Espacial Internacional hay una antena específica para el proyecto. Foto: NASA

La tecnología pensada para buscar nuevos horizontes en el universo también tiene aplicaciones terrestres. La Estación Espacial Internacional (EEI) rastrea los patrones migratorios de los animales en nuestro planeta con el proyecto Icarus (International Cooperation for Animal Research Using Space).
Ericson López, director del Observatorio Astronómico, explica que Icarus aprovecha la posición de la Estación Espacial, a 400 km de altura, y su localización en una órbita terrestre baja. Esto es posible gracias a una antena receptora ubicada en la EEI colocada hace dos años, que registra la señal de sensores puestos a los animales. Esto permite tener un enorme campo de visión de la superficie de nuestro planeta y captar con facilidad desde la Tierra la señal de los sensores colocados en la fauna terrestre.
López dice que es innovador porque hacerlo desde el suelo era difícil debido a que la comunicación no podría abarcar las grandes superficies que monitorea la EEI y su enorme campo visual.
La antena está ubicada en el módulo ruso de la Estación denominado Estrella. Con ello se puede hacer seguimiento global en tiempo real de las migraciones de animales, sobre todo, de colectivos de aves, especies marinas y ejemplares de la gran sabana africana que recorren grandes distancias.
Hasta ahora el monitoreo solía ser solo de uno o dos individuos de un colectivo. Al estudiar cómo se mueven, el proyecto ruso-alemán busca determinar su comportamiento, los riesgos que corren y las modificaciones que está provocando en ellos el cambio climático.
El astrofísico Jairo Armijos comenta que la información obtenida permitirá no solo proteger a los animales rastreados, sino que proporcionará datos de las plantas porque, por ejemplo, si en algún lugar hay cierto tipo de enfermedad que afecta a la vegetación, las aves evitan esos sitios o migran de ahí.
Armijos afirma que es una tecnología innovadora: por la cantidad de receptores -10 millones-; por lo diminutos y livianos que son para no causar molestias a los animales; por la enorme extensión monitoreada y por la gran cantidad de información que se recolecta para entender un proceso natural.
El costo de cada uno de los rastreadores no supera los USD 500, menos de la mitad de lo que costaban los tradicionalmente usados, y su vida útil va más allá de lo que vive un animal, pudiendo ser reutilizados.
Cada dispositivo tiene una capacidad de almacenamiento de 500 megabites y el acceso a los datos podrá realizarse desde la nube, sin necesidad de recuperar el tag implantado a cada animal. Armijos precisa, además, que los dispositivos funcionan con energía solar, lo que evita tener que intervenir periódicamente para recargarlos.
Se trata de una nueva generación de chips inteligentes, no se limitarán a determinar la geolocalización de los distintos individuos que se rastrean, sino de un gran colectivo animal. Será capaz de acceder a un conjunto de datos como la fisiología de las especies, ritmo cardíaco, etc.