La movilidad ancestral está presente en las campiñas de los montuvios

La familia Cedeño-Zambrano se moviliza a diario en caballo por las montañas de la zona manabita de Chagualú. Foto: Katherine Delgado para EL COMERCIO.

La familia Cedeño-Zambrano se moviliza a diario en caballo por las montañas de la zona manabita de Chagualú. Foto: Katherine Delgado para EL COMERCIO.

La familia Cedeño-Zambrano se moviliza a diario en caballo por las montañas de la zona manabita de Chagualú. Foto: Katherine Delgado para EL COMERCIO.

Los viajes por caminos agrietados, elevaciones irregulares y riachuelos son más usuales a caballo, burro o mula.

En las zonas rurales de Manabí, donde un viaje de un punto a otro tarda horas, los equinos son los preferidos porque resisten a los obstáculos que se presentan en el trayecto.

Las familias montuvias que habitan esas zonas no han dejado de utilizarlos para transportarse, pese a que los últimos años las motos y camionetas han reemplazado a este medio de movilización.

Para Bolívar Cedeño, habitante de Chagualú del cantón Chone, el caballo siempre será útil para sortear el camino de rocas, el fango y la maleza. Así describe a los caminos por los que pasa casi a diario y en los que demora cerca siete horas de viaje hasta la urbe.

Él confiesa que esa ruta es difícil de atravesar porque no está preparada para el paso de vehículos ni motos. De hecho, en los mismos viajes los habitantes abrieron los caminos con machete y gancho.

Por eso a Camilo -como Cedeño llama a su caballo- lo prepara con anticipación para la larga jornada que puede terminar a la medianoche.

Los equinos sortean los obstáculos en riachuelos y pendientes. Además, llevan la carga que sale del campo. Foto: Katherine Delgado para EL COMERCIO.

En el mapa de Chone, Chagualú aparece enclavado dentro de una de los cerros más elevados que se observan desde el acceso a este cantón. No obstante, las montañas también tienen zonas de influencia en las parroquias rurales de Canuto, Convento, Chibunga, San Antonio, Eloy Alfaro, Ricaurte y Boyacá.

El alcalde de Chone, Leonardo Rodríguez, explica que la falta de vías de acceso en estos lugares alejados fue por años un factor determinante para mantener la tradición del uso del caballo como principal medio de movilidad.

Aunque en sitios como El Tecal, que conduce a Chagualú , existen caminos lastrados que se extienden hasta en 15 kilómetros y que permiten que los viajes rurales se realicen en motos y camionetas.

María Zambrano habita en este sitio desde hace 50 años.

Ella recuerda que en su adolescencia debía caminar hasta cuatro horas para llegar a un poblado. Luego, otras dos horas a caballo para vender la producción de cacao y plátano con la que surtían a los habitantes de Chone.

Esa realidad no ha cambiado tanto en las campiñas manabitas. Carmelo Molina afirma que los viajes aún toman muchas horas, pero la presencia de más familias entre un tramo y otro hizo que se acortaran las distancias. Eso funciona, por ejemplo, en las ventas de la producción agrícola.

Si una familia se encuentra a siete horas de un punto de acopio de naranjas, puede optar por venderlas a un vecino que vive a tres horas de camino. Según Molina, se trata de una forma de negocio informal que se activó para mantener la economía en el área rural.

Así se creó una cadena de abastecimiento de los productos locales. Carlos Cadena, en cambio, debió viajar en su caballo las siete horas que le toma entre Chagualú y El Tecal, donde se encuentra el dispensario médico del Seguro Campesino. La semana pasada fue en busca de atención por un malestar que le causó la mordedura de una serpiente. Llegó con fiebre al centro médico, montando a su equino.

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