Marisa Castro: 'Mi camino está hecho, solo tengo que seguirlo'

Es de El Empalme, cantón Quero; hermana oblata.

A Marisa Castro llegué después de hacer antesala en una clínica, donde, por una buena casualidad, conocí a sus hermanas oblatas. Apenas las vi pensé que se sabe tan poco de la vida de las religiosas y que para esta serie es vital contar con el testimonio de una de ellas. Nuestra cita comenzó al revés: ella inició haciendo las preguntas. Y después de hablar largo rato con Marisa comprendí la paz que da la mesura en los anhelos y el estar fuera del ‘mundo’, en el sentido bíblico. Marisa se formó primero como analista en Sistemas, y ahora es rectora del Colegio Julio María Matovelle, en Quito. Además estudia una maestría en Literatura Infantil y Juvenil.
Es de El Empalme, cantón Quero; hermana oblata.
Yo no tomé en cuenta el día que cumplí 40. Y cuando me celebraban el cumpleaños las hermanas me decían: ¡Ya tienes 40!, pero yo no sentía nada ni me llamaba la atención. Alguien me dijo: “Ya pasas a una nueva vida”, y yo no sé cuál es esa nueva vida; de pronto sea más responsabilidad, más trabajo o más compromiso, porque uno con la edad y los valores adquiridos tiene que afianzar los compromisos.
De aquí en adelante yo quiero perfeccionar mi entrega religiosa, trabajando un poco más en la Pastoral de la comunidad (educación, catequesis en colegios). Y también terminar mis estudios; estoy en segundo año de una maestría en Literatura Infantil y Juvenil, en la UTPL.
Para mí este es un tiempo de mucha seguridad y eso me gusta. Ya he hecho lo que he querido. He estado en las diferentes pastorales y trabajado en la Pastoral Misionera con los indígenas kichwas, en la Pastoral Educativa, en la Vocacional también, y cada una ha sido hermosa.
No me preocupa nada, vivo tranquila en lo espiritual. Porque igual que en el matrimonio, las religiosas también tenemos crisis espirituales, que no siempre son fáciles de sobrellevar. Empiezan las preguntas como: ¿estoy bien aquí?, ¿es esto lo que me gusta?, ¿elegí bien la comunidad? Esas son nuestras crisis.
Pero no me he sentido así. Será porque uno está en el lugar en el que quiere estar... Mi camino ya está hecho, solo tengo que seguirlo. Más bien cuando sentí un poco de inestabilidad fue a los 22 años, porque no sabía qué quería en general.
Yo era docente en una institución educativa en Santa Cruz (Galápagos). Sentía que me faltaba algo, pero no tenía muy claras las cosas y me propuse averiguar qué era. Empecé a ir con una compañera del trabajo que era adventista a unas clases de Biblia y me pareció lindo. Ella después me invitó a su culto, pero yo nunca dejé de ir a mi iglesia.
Sabía que quería y necesitaba algo, pero no sabía qué, entonces fui adonde un sacerdote que me hizo preguntas sobre el cielo y me interesó, por la posibilidad de estar cerca de Dios. Luego comencé un curso de Biblia con otro sacerdote; ahí me sentía bien, estaba feliz y tenía ganas de conocer y de estudiar más. Hasta que un día el padre me preguntó si ya estaba casada y cuando le dije que no, me preguntó qué iba a hacer de mi vida. Le dije que no sabía. Ya tenía 25 años y entré en otra crisis otra vez.
De repente, otro día me preguntó si no quería hacerme religiosa y yo le respondí con una alegría tan grande que sí. Me dijo: “Qué te voy a creer, si tú ya tienes tu trabajo, tus cosas, tienes todo”. Pero para mí ese “sí” fue la respuesta a la inquietud que tenía. Y hace 14 años que me ordené.
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