El miedo a los otros escinde a una sociedad

Mónica Ojeda, escritora guayaquileña. Foto: Archivo/ EL COMERCIO

Mónica Ojeda, escritora guayaquileña. Foto: Archivo/ EL COMERCIO

La escritora guayaquileña Mónica Ojeda vive actualmente en España. Está escribiendo su nueva novela. Foto: Archivo/ EL COMERCIO

La escritora ecuatoriana Mónica Ojeda plantea que los miedos están ligados a la violencia y que asimismo son geográficos e históricos.

¿En qué piensa cuando escucha o lee la palabra miedo?

Me gusta pensar el miedo como una emoción, porque es una forma de volverlo más cercano y humano y menos como algo que está en el exterior y que viene a atacarnos. El miedo es algo que nos habita y determina. Todo lo que hemos construido como civilización se ha originado como respuesta a la noción de miedo. Respuestas que intentamos que, en menor o mayor medida, sean sanas, pero que a veces no lo son. Es algo a lo que deberíamos dedicarle más tiempo de pensamiento, porque eso nos ayudaría a entender mejor cómo somos como especie.

¿Qué pasa cuando el miedo no llega de afuera sino de la familia o de los círculos cercanos?

El miedo que viene de las relaciones familiares y de las relaciones más íntimas está ligado a la violencia que, como seres humanos, ejercemos en nuestros ambientes micropolíticos. Es algo que el feminismo trabaja mucho, porque la violencia que hay sobre el cuerpo de las mujeres suele empezar en los ámbitos más cercanos, como el de la familia y la pareja. En nuestras sociedades, las estructuras del poder se nutren de una estructura familiar específica: monógama, normativa y heterosexual, algo que de por sí me parece violento.

¿Y qué pasa cuando llega desde las estructuras de poder?

Cuando uno aborda la violencia, incluso si lo hace desde la perspectiva intrafamiliar, está presente el macropoder, porque la micropolítica y el macropoder van juntos en ciertos aspectos. Algo que me parece fundamental pensar es cómo nosotros como individuos replicamos en nuestro día a día determinadas cosas que nos vienen desde un poder mayor. El miedo es violento desde su acepción etimológica, la violencia significa abundancia de fuerza, de una fuerza pisando a otra como lo diría la pensadora Simone Weil.

¿Se puede pensar el miedo sin dejar de lado el terror ?

Cuando escuchamos relatos o miramos películas de terror es fácil ver que se está hablando de cosas que ocurren en lugares que nos son cercanos. Pensemos que la mayoría de estas historias pasan en casas. La casa como un lugar aparentemente de apacibilidad deviene en un lugar lleno de peligro. Ahí está lo que hemos hablado de la violencia intrafamiliar, de los círculos cercanos y de cómo todo se puede pervertir, torcer, magullar y como un lugar en el que tendrías que estar descansando se convierte en un sitio pavoroso.

¿Cuáles son los miedos que tendríamos que erradicar?

Hay un miedo a la otredad tremendo. Al que consideramos otro, pero que en realidad está más cercano de nosotros de lo que pensamos. Eso ha hecho que la estructura de sociedades como la ecuatoriana esté siempre escindida y llena de jerarquías raciales. También está el miedo ligado a la violencia estructural. Las personas actúan de una forma poco comunitaria y cada vez más rabiosa y violenta para salvaguardar los pocos espacios de dignidad que tienen.

En ‘Slasher’, un cuento de ‘Las voladoras’, uno de los personajes dice que “la naturaleza del miedo es la supervivencia”. ¿Se puede vivir sin miedo?

Creo que no podemos vivir sin miedo, a lo que podemos aspirar es a vivir en sociedades que nos produzcan menos pavor. El miedo no es erradicable, pero sí controlable y tal vez educable. No solo sentimos miedo hacia estas violencias grandes de las que hablé hace poco, sino hacia violencias pequeñas, como el miedo a la pérdida, al abandono, a la fragilidad, a la muerte, que es una emoción que todos tenemos por el simple hecho de estar vivos. El miedo como experiencia emocional tiene una cantidad de capas que no se reducen solamente a lo que uno se puede encontrar en sitios públicos.

¿Dentro de la literatura, el gótico andino es una nueva ventana para hablar de los miedos?

Es una posibilidad de entender el miedo desde nuestra geografía, porque los miedos son geográficos e históricos. Me parece que cuando hablamos de los Andes no se lo puede entender sin la historia de colonización y de feudalismo que tiene detrás. Tampoco sin la historia de convivencia con lo mestizo e incluso con lo afro que ha generado un sincretismo cultural, que ha cambiado su simbología y mitología. Cambios que han producido miedos hacia la otredad y que han derivado en tensiones socioculturales.

¿Cree que puede existir belleza en el miedo?

Por supuesto, en eso sí soy muy decimonónica. Me interesa mucho esa compatibilidad de cosas que son tan bellas que te generan una especie de sensación de insignificancia y de terror existencial. Siempre me ha atraído esa especie de convivencia entre la belleza y el horror y cómo el miedo, el deseo y la belleza pueden estar mezcladas. Me interesa porque es algo que está presente en nuestra cultura judeo-cristiana.

Mónica Ojeda

Nació en Guayaquil, en 1988. Tiene un máster en Creación Literaria por la U. Pompeu Fabra de Barcelona. En 2017 fue incluida en la lista Bogotá39, como una de los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 40 años. En 2020 publicó ‘Las voladoras’.

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