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El ‘collage’ de un México desgarrador

‘Amores perros’ se estrenó el 16 de junio del 2000, tras su paso por Cannes en mayo. Foto: Xernam et

‘Amores perros’ se estrenó el 16 de junio del 2000, tras su paso por Cannes en mayo. Foto: Xernam et

‘Amores perros’ se estrenó el 16 de junio del 2000, tras su paso por Cannes en mayo. Foto: Xernam et

A 20 años de su estreno, aún es muy difícil no conmoverse ante el crudo collagesocial y urbano de ‘Amores perros’, uno de los hitos del cine mexicano de todos los tiempos. Dirigida por Alejandro González Iñárritu, que en ese entonces tenía 36 años, causó impacto dentro de su país (logró colocarse entre las 10 más vistas de la historia) como afuera, con la proyección internacional de sus creadores y actores.

Dos décadas después, todavía se analizan las razones de este enorme éxito, que incluyó la obtención del Gran Premio Semana de la Crítica del Festival de Cannes y una nominación al Oscar a Mejor cinta en idioma diferente al inglés, sin contar la extensa colección de nominaciones y halagos en diferentes festivales del mundo.

Las decisiones artísticas del director explican en gran parte su impacto entre el público y la crítica, aunque primero es necesario revisar unos antecedentes. González Iñárritu, antes de ‘Amores perros’, había acumulado experiencia, primero como músico e influyente locutor radial de rock en Ciudad de México, y luego como emprendedor de su productora Z Films. Ahí produjo anuncios, cortometrajes y programas de televisión y su destino parecía estar ligado a la pequeña pantalla.

En 1995, estudió teatro con el temperamental polaco Ludwik Margules, un superviviente del nazismo que se afincó en México y que transmitió a González Iñárritu no solo la misión del arte de reflejar la condición humana sino también “la responsabilidad y el privilegio de ser director”.

Decidido a pasar a niveles mayores en Z Films, buscó la manera de filmar su primer largometraje. Echó mano de las historias que, durante tres años, su amigo Guillermo Arriaga Jordán había escrito para mostrar la parte dura y oscura de Ciudad de México, pero pensando más en una serie de TV o en cortos.

Arriaga, que había publicado tres novelas bien recibidas por la crítica, trabajó con González Iñárritu para transformar esas historias en un largometraje, y así escribió el guión de ‘Amores perros’, con tres relatos. Fue una ventaja que ambos sean chilangos o defeños, como se llama a los nativos de Ciudad de México, y también que estuvieran de acuerdo en debutar con una obra visualmente potente y socialmente compleja y dramática.

Amores perros’ retrata la vida de una familia de un barrio (“colonia”) popular de la capital donde se desarrollan peleas ilegales de perros; también muestra la relación conyugal de las clases altas y las desventuras de un recolector (“pepenador”) de basura que siempre va acompañado de sus perros.

Esto no se cuenta linealmente sino mediante una estructura que genera incertidumbre en la audiencia, con saltos temporales que crean un ‘collage’. Solo al final y con todas las piezas colocadas, la obra puede ser apreciada adecuadamente.

Otra decisión artística está en la elección de los perros, que cumplen una doble tarea en las tres historias. Por un lado, está lo metafórico, pues esos animales simbolizan el amor y la lealtad, y por otro lado está lo funcional, ya que las acciones de los personajes están determinadas por los perros. Al final, los perros terminan reflejando a sus dueños.

Desde el inicio, la intención de González Iñárritu fue, mientras jugaba con el tiempo y el espacio, englobar a las clases sociales: aparecen un muchacho de clase baja enamorado de la esposa de su hermano (y decidido a quitársela), una modelo española que vive en un departamento de lujo, un matón, criminales y un sinfín de personajes chilangos, gente que cae en la desesperanza, la violencia desgarradora y el alcoholismo. Otra vez, los perros hacen su parte al simbolizar la eterna metáfora de que solo sobrevive el más fuerte.

El director también deseaba que la ciudad fuera percibida como un personaje en sí. Y aquí, una aclaración: en la película jamás se dice que estamos en Ciudad de México. A propósito, González Iñárritu tapa los nombres de las calles (se le fue un Avenida Tamaulipas por ahí) y altera la geografía, aunque solo un defeño sabría captar esas arbitrariedades. Pero el público de Ciudad de México se reflejó en la película, no solo por las razones descritas sino también por la violencia cotidiana en que, por ejemplo, ya es imposible salir a caminar sin pensar en la posibilidad de ser asaltado.

Un ‘truco’ que potenció la difusión de la película fue la (marketera) elección de las canciones. La música fue compuesta por el argentino Gustavo Santaolaya, pero las canciones son de artistas y grupos de la cultura pop como Control Machete, Café Tacvba, Julieta Venegas, Moenia y Ely Guerra, lo cual ayudó a que el público joven la viera en masa. La película costó USD 2,4 millones y recaudó USD 20 millones.

El triunfo de ‘Amores perros’ en el exterior tomó por sorpresa al mismo González Iñárritu, al punto que su siguiente filme, ‘21 gramos’, ya era en realidad una producción estadounidense. El director, desde entonces, se convirtió en uno de los cineastas más respetados, ganó dos premios Oscar y forma parte de la ilustre generación de mexicanos que ha triunfado en Hollywood, junto a Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Emmanuel Lubezki.

Guillermo Arriaga también proyectó su carrera. Escribió para su amigo los guiones de las exitosas ‘21 gramos’ y ‘Babel’ (que con ‘Amores perros’ conforman la llamada Trilogía de la Muerte), para luego retomar la literatura. Este año ganó el Premio Alfaguara.

Entre los actores, Gael García Bernal adquirió, asimismo, gran notoriedad internacional. También fue su debut en un papel protagónico en cine, tras unos papeles en la televisión.

Gracias a ‘Amores perros’, México demostró el talento de sus cineastas al mundo.