La reinvención de las personas afectadas por una crisis o que buscan salir de su decadencia se asume nuevamente desde la cámara de David O. Russell. El director entregó antes ‘Juegos del destino’, valiéndose de la comedia romántica; ahora con ‘American Hustle’ asume esa reconstrucción existencial pero planteándola como un tratado sobre la ambición, donde corrupción, lealtad y amor se distribuyen en partes iguales.
Irving y Sydney siempre han buscado abrirse paso a pesar de las adversidades y por cualquier camino, incluso los marginales e ilegales. Una vez enamorados y asociados son capturados por Richie, agente del FBI, quien los utiliza para investigar a delincuentes más pesados. Esa sociedad se extiende -con diferentes propósitos- hasta Rosalyn, esposa de Irving, políticos y mafiosos. Toda la red está amarrada por manipulaciones y con eso Russell suelta un relato donde cada quien, espectador incluido, cree lo que escoge creer.
Los personajes están enloquecidos por la ambición. Pero es una ambición que se configura desde dos maneras de comprenderla: la que es motivada por la vanidad y la que es impulsada por la (necesidad de) supervivencia.
La primera se hace evidente en quienes buscan perpetuar su nombre y consolidar su vida en el bienestar económico; la segunda se muestra como el deseo de salir adelante en la vida, sin dejar que nadie más saque ventajas.
La vestimenta y los decorados dan cuenta de una gran producción de arte que, junto a la textura del filme, empata con la estética de finales de los 70. Los cortes de cabello y los peinados, además de las actitudes de los personajes, son claves para un postulado de ‘American Hustle’: aquello de que las personas buscan modificarse para sobrevivir en un mundo hostil, donde para hacer frente a cualquier debilidad están las artimañas del físico, de la política, del delito, de la ley, de las pastillas, de los libros de autoayuda, etc.
La apariencia, como en los personajes, también es clave en todo del filme… la puesta en escena remite a un show que se ata a la frase que da inicio a la cinta ‘Algo de esto realmente ocurrió’. Con ello el aura de ficción se instala y halla gracia y posibilidades en una historia que tiene sus bases en una investigación real del FBI.
Pero cualquier tipo de admiración para con ‘American Hustle’ va por la interpretación actoral.
Christian Bale, con 40 libras de más, representa a un hombre deshonesto, sin llegar a ser terrible; y Bradley Cooper se somete a la historia con plausibles ataques de ansiedad. Si bien el desempeño de ambos es ejemplar, el elenco femenino merece total atención y reconocimiento. Amy Adams mueve sus registros en todas las reinveciones de su personaje, a tal punto que las situaciones y el resto del reparto parecen gravitar en torno a ella. Jennifer Lawrence es cautivante en su rol, desafía y manipula, encanta tanto por ingenuidad como por perspicacia, hasta la exasperación.