El ecuatoriano Carlos Granja, en su lugar de trabajo, en la República Checa. Foto: Archivo particular
Estuvo apenas una semana en Ecuador. Aprovechó el viaje a un curso al que fue invitado por la NASA, en el Centro Espacial Kennedy, en Estados Unidos, para tomarse unos días libres, en su país de origen.
El ecuatoriano Carlos Granja visitó EL COMERCIO y contó la historia que ha protagonizado en la República Checa.
Él es ingeniero nuclear. Trabaja en el reconocido Instituto Experimental de Física Aplicada. Ahí impulsa proyectos de radiación que se aplican en diferentes ramas de la ciencia, como la Medicina (tratamiento contra el cáncer) y la energía nuclear, para medir la radiación en un reactor, por ejemplo.
Su pasión por las ciencias duras nació cuando era adolescente, en las aulas del Colegio Benalcázar, en Quito.
Las clases de física y de matemáticas despertaron su vocación, pero era consciente que en Ecuador las opciones de especialización eran limitadas.
Se graduó de bachiller en Quito, pero viajó a Estados Unidos y ahí también logró el diploma de secundaria.
Ese año de estudios le sirvió para perfeccionar el dominio del idioma inglés. Pero además tuvo contacto con docentes y espacios de aprendizaje de ciencia más avanzados.
Buscó una beca para encaminar sus estudios universitarios y logró ganar un concurso para estudiar Energía Nuclear en Praga, capital de República Checa. “Fue en 1991. Y realmente un milagro, porque de otra manera no hubiera podido estudiar fuera. Entonces, los recursos económicos en casa eran limitados”.
Lo asumió con un riesgo alto. Luego del curso de idioma checo que incluía la beca, él debía rendir un examen de aprobación. Quienes no lo pasaban retornaban a sus países.
Granja logró pasar a la siguiente etapa y culminar sus estudios con honores. Se interesó por la ciencia pura e hizo de esta su especialidad.
Le motivaba investigar la naturaleza a escala de los núcleos; entender a fondo sus propiedades y sus aplicaciones.
Para su doctorado, Granja optó por la física nuclear experimental, que lo llevó a involucrarse con temas del espacio.
Forma parte de un equipo que desarrolla técnicas e instrumentos para medir el campo de radiación en el espacio orbital. Estos dispositivos ya han sido instalados en satélites de la NASA y de la Agencia Espacial Europea (ESA).
Granja explica que los aparatos son más pequeños, potentes, sensibles y con capacidad para dar mayor información de los dispositivos que se podían encontrar en el mercado. Eso les hizo ganar un concurso para obtener fondos para su desarrollo. El proyecto se inició en el 2007, con varios de sus estudiantes del Instituto.
Uno de sus prototipos se colocó en un satélite de la ESA que recaba información sobre la tierra. Permite medir la radicación y alertar a sus técnicos para que puedan apagar sus instrumentos cuando hay demasiada radiación y así evitar que se averíen. Un satélite puede cruzar zonas de alta radiación varias veces al día.
Con la NASA, en cambio, los dispositivos se utilizan desde hace tres años. Pero la tarea principal es proveer información en tiempo real del campo de radiación para la seguridad de los astronautas.
Esto marcó un hito en la ciencia porque los instrumentos tradicionales demoraban en enviar la información hasta un año. Ahora, la inmediatez caracteriza a los datos que generan los detectores.
Granja y su equipo están empeñados en mejorar sus modelos para hacerlos más pequeños y que un astronauta puedan llevarlos en un bolsillo de su traje. Además, proveer una plataforma de tecnología para los satélites.
A largo plazo, se espera que pueda incorporarse el dispositivo de monitoreo de radiación en las estaciones espaciales o satélites y se podrá monitorear la información ‘online’ en esa plataforma.
Los datos
Es científico secretario
del Instituto de Física Experimental y Aplicada
de la Universidad de Praga.
Se ha especializado en
tecnología espacial,
monitoreo de radiación
y física nuclear.
Es parte del equipo
que diseñó dispositivos para que la NASA mida la radiación en el espacio.