El Grupo Antikuna Rickcharina de Cuenca presentó una mezcla de danzas de los pueblos de la Sierra, en Cañar. Foto: Lineida Castillo/El Comercio
La adoración al Taita Inti o Padre Sol fue la máxima celebración que realizaban los pueblos andinos durante el Imperio Inca. Sus descendientes aún reviven esta fiesta sagrada con rituales y danzas ancestrales durante el Inti Raymi.
En Cañar y en los pueblos andinos del Ecuador, el Inti Raymi lo celebran entre el 18 y el 21 de junio. Según el concepto astronómico, el día 21 el Sol se encuentra en el punto más distante o alto de la Tierra, y eso marca el inicio del verano. Es un día distinto a los demás.
Se dice que el día es más largo y la noche más corta. A este fenómeno natural se le conoce como solsticio de verano. En esta época nuestros ancestros pedían -con rituales- que no se aleje más el Sol de la Tierra y festejaban su regreso para bendecir a la Pachamama e iniciar un nuevo ciclo de vida, dice Tomás Morocho, presidente de la Tucaita-Cañar.
Con el solsticio las cosechas –de granos principalmente- han llegado a su punto máximo. Por eso, los indígenas mantienen esta jornada con rituales, danzas ancestrales, música folclórica, comida típica y venta de artesanías.
El pueblo baila y el sol sonríe, señala Morocho. Así dan gracias a los dioses de la naturaleza (sol, luna, tierra y agua) por las cosechas y por disponer de más horas para cumplir con las actividades agrícolas. “Pedimos por la fecundidad de la tierra y de sus hijos”, dice el dirigente de la Tucaita.
El pasado fin de semana los cañaris vivieron el Inti Raymi desde dos espacios ceremoniales. El Sol salió por horas y el frío se impuso. Las organizaciones indígenas-campesinas lo hicieron en la plaza de Guántug de la capital Cañari; y el Ministerio de Cultura y Patrimonio en el Complejo Arqueológico de Ingapirca.
En cada espacio se eligió a la Ñusta o Princesa del Sol y entre el viernes y domingo participaron más de 80 grupos de danza, representando a las culturas autóctonas de la Costa, Sierra y Amazonía. También, hubo grupos de música andina de otras ciudades del país.
En Guántug, cada día la fiesta se inició con rituales con yachaks, alrededor de la chacana elaborada con frutas, símbolo de la cultura andina y que los antepasados incas-cañaris usaban como ordenador de los conceptos religiosos, matemáticos y sociales.
Luego llegó el derroche de danzas de los cañaris, otavaleños, saraguros, kayambis, salasacas, puruhaes, cholas…
Para Luis Ordóñez, director de Antikuna Rikcharina, que quiere decir El Despertar de los Andes, cada cultura representa el pensar y sentir de un pueblo respecto al Inti Raymi. Este grupo de cuencanos participó con 20 jóvenes que vistieron un traje blanco, con una especie de corona dorada en la cabeza y descalzos.
Los suaves movimientos corporales y el levantamiento en alto de los brazos simbolizaban el culto al sol, las peticiones de fecundidad y la espiritualidad.
Mientras tanto, los actos en la parroquia Ingapirca se desarrollaron en la explanada exterior del majestuoso complejo arquitectónico de origen inca. Es una construcción que data de principios del siglo XVI y que –según los historiadores- fue un observatorio del Sol y de la Luna, antes de la llegada de los españoles.
Allí se presentaron los grupos Llactapi Jatarishu, Kaipimi Kani Pachamama, Chakana Proyección Andina, Javitaki, Wiñaimanta, Huayrañán, Yawarkanchik, Intiguayas, entre otros. La mayoría vestía atuendos llamativos hechos con lana de ovejas o alpaca, con diseños de figuras andinas como los antepasados.
El ballet folclórico Llactapi Jatarishu de Cuenca lleva cinco años consecutivos participando en el Inti Raymi de Cañar. Para su director, René Lema, con las danzas reviven las tradiciones ancestrales y contribuyen para que estas expresiones culturales del país no mueran en el tiempo.
La Escuela de Danza de la Casa de la Cultura de Azogues participó con 32 niños que representaban a las culturas Cañari, Salasaca y a las cholas cuencanas. “Es una fiesta de valor espiritual y estamos exaltando la fecundidad de la tierra”, dijo una madre de familia.
Cómo no agradecer a los ciclos agrícolas que practicaron los pueblos nativos en base a los movimientos del Sol y de la Luna, dijo el presidente de la Tucaita, Tomás Morocho. “El Taita Inti da la energía a la Pachamama y esta nos abastece de alimentos a sus hijos”.