La curiosidad nos ayuda a evolucionar

Patricia Sierra, junto al telescopio del pequeño observatorio astronómico que tiene la Universidad San Francisco de Quito, en la que trabaja. Foto: Pavel Calahorrano / EL COMERCIO

A Patricia Sierra le ha interesado desde siempre la astronomía, pero tuvo que esperar buena parte de su vida para empezar a saciar la curiosidad que el funcionamiento del universo le producía y le sigue produciendo. Curiosidad es la palabra clave, la que Patricia aborda en esta entrevista y la que ha marcado su actitud frente a las cosas que le importan de verdad.
¿De qué te ha salvado la curiosidad?
Yo te diría que sobre todo de caer en la tentación de darles explicaciones muy banales a las cosas, o muy esotéricas. Soy muy curiosa en las áreas que me gustan y siempre me ha fascinado la ciencia, que me ha salvado de no creer tantos cuentos tan bobos. Tenemos esa tendencia a explicarlo todo desde la magia, porque es parte de nuestra cultura, de nuestra historia.
¿Y en qué aspectos de la vida no eres curiosa?
Por ejemplo, a mí los carros no me producen ninguna curiosidad. No tengo la más mínima curiosidad de saber qué carro es cuál y no sé si será un poco cuestión de género. A los señores en general les llaman muchísimo la atención las marcas, los modelos de los carros o qué motor tienen. A mí eso me tiene sin cuidado. Y es curioso porque si vamos al tema específico de cómo funciona un carro eso tiene que ver con la ciencia, con la física.
Ahora que lo mencionas, ¿no crees que las sociedades influyen en lo que supuestamente debe producirnos curiosidad a las mujeres y a los hombres?
Absolutamente.
Y se supondría que tú no deberías tener ninguna curiosidad por la ciencia porque eres mujer.
En términos generales sí. Y, curiosamente, aquí en mi trabajo uno sí ve que los estudiantes que más se orientan a tomar mi clase son hombres. Aunque eso ha cambiado últimamente.
Por suerte.
Por suerte. Yo soy una defensora absoluta de enganchar a las mujeres con la ciencia, porque han hecho un trabajo extraordinario que se desconoce. Y hoy en día, afortunadamente, muchas le hemos perdido miedo a la ciencia y nos aproximamos con otra idea. Sobre todo en astronomía, las mujeres hicieron un trabajo extraordinario en el siglo pasado, pero extraordinario, y no se ha dado mucho a conocer.
¿Puedes dar nombres?
Sí: Annie Cannon, Henrietta Leavitt, Cecilia Payne… sobre todo las dos primeras, que trabajaban en el observatorio de Harvard y en esa época ese observatorio tenía un grupo muy importante de mujeres básicamente trabajando en datos. Y con esos datos ellas propusieron teorías que cambiaron totalmente la astronomía.
Hay que ser bien curioso para llegar a ellas, ¿no?
Por eso te digo, la curiosidad me ha llevado a estas mujeres, porque es el tema que me gusta. Y a veces les digo a mis estudiantes: Si es que estoy pecando de sexista por favor perdónenme, pero es que yo quiero rescatar el trabajo que han hecho las mujeres en la astronomía.
¿Cuáles son tus curiosos favoritos, entre hombres y mujeres?
Todo científico es un curioso, y si vamos a hablar de favoritos yo diría que Einstein es un personaje que para mí ha sido muy revelador y significativo. Pero también en estos últimos años los astronautas me parecen personas muy interesantes, muy especiales. Ahora que estamos con todo este programa de que nos vamos a ir a Marte, empieza uno a ver las personalidades de estas personas, hombres y mujeres, y su capacidad de entender su situación aquí y luego esa capacidad de decir: Yo me quiero ir. En unas condiciones bastante complejas, inciertas.
¿Tienen una curiosidad temeraria?
Sí. Yo diría que es una mezcla de curiosidad y otras cosas. Porque no es solo curiosidad sino un sentido de trascendencia. Y eso lo han hecho no solo los científicos, sino todos aquellos que han descubierto algo. Cristóbal Colón debe haber sido muy curioso y aunque también se dice que era que tenía problemas de dinero, seguro además se dijo: No, yo quiero saber qué hay más allá. Eso es lo que nos ha hecho característicamente humanos.
Metafóricamente hablando, ¿por qué siempre queremos saber lo que hay detrás de la pared?
Yo creo que eso sí está en nuestros genes. Somos, por naturaleza, curiosos; estamos condicionados a querer saber qué más hay. Además pienso que para los primeros humanoides fue definitivo saber qué había un poco más allá para poder sobrevivir.
¿O sea que esta característica es parte de un mecanismo de evolución?
Es parte y es también un mecanismo de sobrevivencia. Y si es un mecanismo que te permite sobrevivir, pues es un mecanismo de evolución.
¿Hay alguna situación en que la curiosidad no ayude?
Yo diría que claro. Cuando tu curiosidad te lleva a hacer cosas que son peligrosas, podría estar involucrado tu bienestar.
Pero en la evolución siempre está implícito el riesgo, ¿o no?
Siempre, pero hay riesgos y riesgos.
Entonces para aplicar la curiosidad en situaciones de riesgo, ¿hay que estar bien informado?
Totalmente. Y eso sería algo que yo llevaría a todos los niveles: estar bien informado, sobre todo hoy, hace una diferencia fundamental en la manera como vives.
Describe un mundo en el que todos mantuviéramos la curiosidad de un niño de cuatro años.
A ver, podría llegar a ser caótico porque si a todos nos diera por meter los dedos en los interruptores, ¿qué pasaría? Cuando crecermos aprendemos a mantener un balance entre la curiosidad y lo que se puede hacer manteniendo la integridad. Y diría que no solo en lo físico sino en lo psicológico también. Necesariamente hay que ser curioso, pero se debe saber que hay unos límites. Es importante no dejarse llevar solo de la curiosidad, y además esa curiosidad debe estar alimentada con datos confiables, reales, que sean verificables. Uno insiste mucho a los estudiantes que verifiquen las fuentes.
En general las religiones suelen proscribir la curiosidad. ¿Crees que la curiosidad es el antónimo por excelencia de la fe?
A ver, no, no lo creo porque estoy asociando curiosidad con ciencia y la ciencia no es antónimo de religión, porque son absolutamente distintas. Yo a las religiones las tengo que mirar desde la fe y la fe no tiene cabida en la ciencia, no puedo describirla a través de un método científico, la fe es fe; yo creo porque creo.
¿Te gustaría cambiar o talvez completar este refrán que dice: La curiosidad mató al gato?
Pudiera completarlo: La curiosidad mata al gato que no está bien informado. Es más bien eso, la curiosidad mata a los gatos que se dejan matar. Al gato que está bien informado y tiene un conocimiento desde lo real, no desde lo esotérico, no le pasa nada.
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