Maluma, entre sus 4 babys y Madonna

El artista colombiano ha sido acusado de promover la misoginia con una canción, en una época en que mujeres como Madonna exigen respeto. Foto: EFE

El artista colombiano ha sido acusado de promover la misoginia con una canción, en una época en que mujeres como Madonna exigen respeto. Foto: EFE

El artista colombiano ha sido acusado de promover la misoginia con una canción, en una época en que mujeres como Madonna exigen respeto. Foto: EFE

Otra vez, una canción es objeto de escándalo por su (¡tapen las orejas de los niños!) contenido sexual. Es el turno de 4 Babys, un tema en que el colombiano Maluma, quizás el artista latinoamericano más admirado de los últimos dos años, cuenta explícitamente cómo somete a cuatro mujeres que le resultan más costosas que un reloj de marca. ¡Encended las antorchas!
La canción ha sido acusada de promover la misoginia, de exaltar el machismo y de reducir a la mujer a mero objeto intercambiable para el placer del varón. En realidad, nada diferente desde que existen, no solo el reguetón, el rap y el hip hop, sino el mismo pop moderno, cuyos artistas fundadores son varones, e hicieron del sexo uno de los temas recurrentes de la música de masas. El gran Chuck Berry, por ejemplo, solo cantaba sobre autos, bailes, rock y sexo. Punto.

Maluma y sus babys llegan en un momento especialmente sensible del movimiento feminista, en que es evidente el retroceso de la lucha de la mujer, con escenas muy duras como la que acaba de pasar esta misma semana en Chile, donde el ministro de Economía, el socialista Luis Fernando Céspedes, recibió como ‘ingenioso’ regalo de Navidad una muñeca inflable y este letrero: “La economía es como la mujer, hay que saber estimularla”.
El problema no fue solamente el obsequio, obra de un ‘ocurrido’ empresario con el sentido del humor de un forense, sino también la reacción del ministro y sus colegas: risotadas, selfies con el bodrio, más risotadas. La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, mostró su enfado, al igual que varias personalidades de ese país. Céspedes tuvo que pedir perdón.

Maluma, cuyo verdadero nombres es Juan Luis Londoño Arias, no ha ofrecido disculpas. Al contrario, se ha envalentonado más, quizás por el éxito del que disfruta. Es el artista latinoamericano con 18 millones y medio de seguidores en Instagram. Con solo 22 años y dos discos, se lo solicita para grabar con consagrados como Ricky Martin, Thalía, Shakira y Carlos Vives. Fue jurado de La Voz Kids Colombia y será juez en el próximo festival de Viña del Mar. Es un duro.

Los artistas como Maluma no suelen ser más que cáscara que se seca en la intrascendencia, aunque el colombiano se considera algo así como un Elvis del pop latino y no del reguetón, del que incluso se desmarca. Sus referentes, según sus declaraciones, no son Daddy Yankee (el autor de la célebre Gasolina) o Don Omar, piedras angulares del reguetón, sino Héctor Lavoe y Justin Timberlake. Y, como John Lennon alguna vez, tiene que meter a Cristo en esto: “Por una cosa o la otra siempre te van a juzgar, solo haz lo que te salga del corazón, lo que te haga feliz. Si hablaron de Jesucristo, ¿por qué te sorprendes cuando hablan de ti?”.

El problema es que Maluma no siente que, al ser famoso y admirado, contribuye a que los demás crean que un macho debe ser como el que describe en 4 babys (¡retiren a los niños de este artículo!): “Estoy enamorado de cuatro babys /Siempre me dan lo que quiero / Chingan cuando yo les digo /Ninguna me pone pero”. Y bueno, la letra sigue con alusiones explícitas, algo que caracteriza al ‘trap’, subgénero que no tiene empacho en hablar de drogas, prostitutas y armas. Dónde quedó Neruda.

Esto no le ha gustado a feministas como la española Yolanda Domínguez, artista, activista y bloguera de la versión castellana de Huffington Post. Se ha sumado Iván Ferreiro, quien no considera correcto que los ‘chavales’ tengan acceso a este tipo de canciones. Porque Maluma es eso: un ídolo de los jóvenes. Y Carlos Vives, quien ha mostrado su decepción: “Maluma es mi amigo, pero eso no me exime de darme cuenta a veces de esas canciones muy perversas, muy malas musicalmente y dentro de la lírica muy, muy pobres”.

En la historia del pop ha sido permanente el debate sobre las letras y la responsabilidad social de la música de masas. ¿Quién tiene el poder de decidir qué es bueno y qué no? O mejor: ¿qué es arte y qué es basura? ¿Los cantantes están para entretener o para educar? ¿Alguien debe tener el poder de aplicar la censura?
Maluma es parte de una industria y su carrera está atada a ella. La industria no es sensible a los temas sociables, entre ellos el feminismo, que en estos días ha sido duramente golpeado. Hillary Clinton perdió ante un energúmeno que confesó haber “metido mano a las chicas”, como la canción de Ilegales. En Colombia hay estupor por la violación y asesinato de una niña. En Arabia detuvieron a una mujer por tomarse una selfie sin el velo.

En Ecuador causaron revuelo declaraciones sobre la violencia en contra de la mujer como algo del ámbito privado y la difusión de un video sexual de una candidata a la Asamblea, con los memes correspondientes (por alguna razón los videos sexuales de los varones nunca son tan escandalosos).

Esta polémica también ocurre cuando Madonna realiza la más impactante declaración de su carrera, al recibir el premio de la Billboard a la Mujer del Año. Madonna expresó, conteniendo las lágrimas, aferrada al pedestal del micrófono como si soltarlo fuera morir, que su mayor triunfo fue “permanecer”, seguir vigente en una industria masculina.

Confesó el profundo dolor que le causó cada vejamen que sufrió en su carrera por su estética, sus opciones y sus éxitos en un ambiente en que los varones sí pueden cantar lo que deseen. Madonna dice basta.

Maluma, claro, no tiene la culpa. Es un hijo más del sistema, uno en que Dios, como dicen Los Prisioneros en su canción ‘Corazones rojos’, también es hombre.

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