Trazos de un protagonista de la vida nacional

Plutarco Naranjo, en el 2008, cuando fue integrado a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Foto: ARCHIVO EL COMERCIO

Promover con denuedo -de la misma manera en que lo hicieron diversos sectores del país- que José María Velasco Ibarra remplazara en el poder a Carlos Alberto Arroyo del Río luego de las jornadas de la llamada ‘Revolución de mayo de 1944’, fue una de las tantas vicisitudes políticas del entonces dirigente estudiantil universitario Plutarco Naranjo Vargas.

A pesar de lo señalado, Naranjo fue inquebrantable en la determinación de solicitar al propio presidente Velasco, a nombre de los estudiantes de la Universidad Central, su dimisión, planteamiento que se consumó cuando el citado dirigente universitario concurrió al Palacio Presidencial y -luego de una firme alocución en la cita conferida por el Gobernante- le entregó una carta. En ella le requería que se apartara de su cargo debido “al incumplimiento de los compromisos que el Presidente de la República había adquirido con el país y con los estudiantes”.

La circunstancia descrita ­pone de manifiesto la entereza de Plutarco Naranjo, cuyo centenario de nacimiento conmemoramos el 18 de junio de este año.

Plutarco Naranjo nació en Ambato. Sus aprendizajes iniciales se desarrollaron en el Instituto Luis A. Martínez y posteriormente cursó el bachillerato en el Colegio Nacional Bolívar. Hacia el final de la enseñanza media, se incorporó como uno de los redactores del diario Crónica de esa ciudad. Fue el tiempo en el cual Naranjo afinó el uso del idioma y se adentró en el análisis del pensamiento de Juan Montalvo.

Sus estudios universitarios los realizó en la Universidad Central, en donde se graduó de médico en 1949. En esa oportunidad escribió -conjuntamente con su esposa, Enriqueta Banda, con quien contrajo matrimonio en el cuarto año de la carrera médica- la tesis doctoral sobre ‘Polinosis, estudio clínico y botánico’, que permitió a la pareja de médicos finalizar su formación superior.

No obstante, es oportuno señalar que la producción bibliográfica de Naranjo se inició en 1947, cuando siendo todavía estudiante universitario publicó ‘Necrosis fría de las plantas’, un estudio trabajado con oportunidad de su vinculación -en calidad de ayudante de laboratorio- con el Instituto Botánico de la Universidad.

El hecho de haberse graduado como el mejor estudiante de Medicina, y la circunstancia de que la alergología fuese el punto de partida para su vida profesional, le abrieron enseguida un espacio como investigador del recién fundado laboratorio LIFE, entre cuyos accionistas estuvieron la Junta de Asistencia Social y el Instituto de Seguridad Social.

Realizó esta actividad a la par de los compromisos docentes en la Universidad y de la atención médica particular.
Su paso por los laboratorios LIFE fue de enorme trascendencia en cuanto a la investigación farmacológica, lo cual contribuyó para que le invitaran a organizar la cátedra de farmacología y el Departamento de Fisiología en la Universidad del Valle de Cali, en Colombia; esta actividad la desarrolló entre 1953 y 1956.

A finales de esta década, Naranjo inició sus especialidades y postgrados. En los mismos años cincuenta, Plutarco Naranjo fundó la Academia Nacional de Medicina, Ins­titución científica que presidió en 1960.

A pesar de las variadas responsabilidades académicas y docentes y de sus ocupaciones en la tarea de escribir y publicar una extensa producción bibliográfica, Naranjo se dio el tiempo necesario para mantener una activa vinculación política y ejercer cargos de dirección en las filas del partido Socialista. Militó en tal corriente doctrinaria desde su juventud hasta el final de su vida y escribió también, con claro matiz analítico, textos referentes a la teoría socialista.

Adicionalmente, entre los compromisos esenciales de Plutarco Naranjo estuvo la investigación científica médica a partir de su riguroso estudio de la herbolaria, de la fitoquímica y de la etnomedicina.

Su bagaje intelectual -también su estructura epistémica, capaz de comprender los contextos- le permitió adentrarse en la importancia de la medicina tradicional y de sus entornos socioculturales, al punto de promover - cuando ejerció el cargo de Ministro de Salud, entre 1988 y 1992( Gobierno de Rodrigo Borja) - la despena­lización de la mentada medicina tradicional.

La enseñanza universitaria ejercida por Naranjo fue otra de sus aristas: la pasión por la cátedra y la innovación del rol de las universidades fue tangible, por ejemplo, cuando fundó el Área de Salud en la Universidad Andina Simón Bolívar -de la que fue Doctor Honoris Causa y Profesor Emérito-, cuando impulsó el conocimiento y la divulgación de las medicinas alternativas e inició la deliberación sobre el desarrollo del pensamiento médico en la historia ecuatoriana.

La inquietud respecto de las condiciones de vida de los ecuatorianos fue, asimismo, una constante en Naranjo. Por ello promovió, gracias a sus conocimientos, las orientaciones fundamentales para “saber alimentarse” pensando -como solía decir- “que es necesario aprovechar los alimentos que están al alcance de todos, que han formado parte de la dieta de nuestros pueblos y que tienen costos asequibles, información que debe ser difundida por el sistema nacional de salud, que a más de proveer de atención médica debida, también debe preocuparse de la educación alimentaria”.

Lo afirmado -a la par y de manera invariable- le obligó a transitar por los recovecos de la historia de nuestros territorios y por los procesos sociales fundamentales de la patria, de tal suerte que en esta tarea dedicó mucho tiempo a estudiar los caminos que anduvieron los constructores de nuestra realidad, y a profundizar en los entornos sociales de sus vidas y de sus luchas, asuntos que le fueron también de utilidad en su actividad diplomática puesto que, en tales circunstancias, la difusión de la cultura nacional fue uno de sus compromisos recurrentes.

Sus estudios históricos son el claro ejemplo de estos asertos, tanto así que no solo fue miembro de la Academia Nacional de Historia, sino que llegó a presidirla; sus textos ­-trabajados con rigurosidad en el manejo del idioma, otro mérito de Naranjo-, le llevaron además a que formara parte de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

Todo lo referido -a propósito del centenario del natalicio de Plutarco Naranjo Vargas y de recordar su extensa publicación bibliográfica, así como su labor al servicio de la ciencia y de las causas democráticas del país- se explica en su rigurosidad de investigador alejado plenamente de las formas reduccionistas del pensamiento que convergen en
los dogmatismos.

Su quehacer es esencial a la hora de conocer a los protagonistas fundamentales del país en las últimas décadas.

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