Durante la década de los años 60 y 70 del siglo pasado, Luis Verdugo decidió convertir la sala de su casa en Quito en un estudio de grabación. Para esa época, su trabajo afinando y reparando pianos era reconocido por los músicos más destacados del cancionero musical ecuatoriano.
Cada noche, hasta el predio ubicado en el barrio Belisario Quevedo, centro norte de la urbe capitalina, llegaban artistas como el dúo Benítez Valencia, las hermanas Mendoza Suasti, Carlota Jaramillo, Pepe Jaramillo, Nelson Dueñas o Julio Jaramillo.
Uno de los testigos de esas noches llenas de música y bohemia es Daniel, el hijo del maestro Luis Verdugo. Él cuenta que desde sus años de infancia quedó deslumbrado por ese mundo poblado de artistas e instrumentos musicales, pero, sobre todo, por la figura de su padre en medio de los pianos.
Luis Verdugo nació en Cuenca, en 1931, en medio de un ambiente musical. Su padre, que también se llamaba Daniel, fue el primer fabricante de instrumentos de teclados del país.
En sus años de juventud viajó a Quito con la intensión de estudiar en el Conservatorio Nacional, pero no lo aceptaron ni como oyente. Así lo ha contado en varias entrevistas que ha ofrecido.
Desde ese momento dejó atrás su sueño de ser pianista profesional y se dedicó por completo a trabajar con su padre en la reparación de instrumentos.
Años más tarde, y por iniciativa del maestro Luis Humberto Salgado, volvió a Quito para dedicarse al mantenimiento de los pianos del Conservatorio Nacional.
A lo largo de su vida, Verdugo ha afinado pianos de personalidades de la música como Arthur Rubinstein, Claudio Abreu, Raúl di Blasio, Richard Clayderman, Frank Fernández o Sir Elton John. Una de las personas que lo ha visto en medio de esta tarea es José Cevallos, el jefe de piso del Teatro Nacional Sucre. En este escenario será donde recibirá un homenaje, el próximo sábado 27 de noviembre.
Cevallos cuenta que al entrar al teatro siempre pide dos cosas: absoluto silencio y una buena iluminación. Este tramoyista es parte de las pocas personas que han visto de cerca cómo el maestro puede pasar cuatro o cinco horas, con la concentración de un cirujano, buscando que el instrumento quede a punto, para que el músico de turno se luzca.
Con el paso del tiempo, y el apoyo de su hijo, se convenció de que en el país también se podían fabricar pianos. Durante 10 años, esta dupla familiar se dedicó a estudiar el complejo mundo acústico que está detrás de este instrumento.
El resultado de este trabajo, que incluyó investigaciones en los laboratorios de la Escuela Politécnica Nacional, fue la creación del primer piano de media cola fabricado totalmente en el Ecuador. Este instrumento se estrenó en 1994, en el Auditorio de la Cámara de Comercio de Quito.
El primer músico que se sentó frente a este instrumento y lo interpretó fue el maestro Boris Cepeda. El músico ecuatoriano, radicado en Alemania, cuenta que conoció a Verdugo cuando tenía siete años. Durante mucho tiempo, después de la escuela, iba a su casa para ensayar en un piano Bechstein y en ocasiones especiales en uno Steinway.
Cepeda también estuvo junto a Verdugo en 2006, en una travesía musical por varias ciudades alemanas.
En ese año, el lutier cuencano recibió una invitación para llevar uno de sus pianos a Alemania, la meca de la fabricación de estos instrumentos.
El piano de concierto elaborado de forma artesanal, con el que Verdugo se paseó por Alemania, y que ahora reposa en la sala de su casa, es un modelo D. El instrumento mide nueve pies (2,74 metros) de largo, pesa 750 kilogramos y tiene una capacidad sonora para sobresalir sobre un centenar de músicos en un escenario.
El amor que tiene por la música, pero sobre todo por los pianos, también atrapó a una de sus nietas, Emilia.
Como parte del homenaje que se realizará el sábado, esta pianista se sentará frente a uno de los 25 pianos creados por su padre y su abuelo, para interpretar Nocturnal, una pieza emblemática de Luis Humberto Salgado.