En Memento (Caña y soleá de Triana) escribía Federico García Lorca: “Cuando yo me muera, /enterradme si queréis/ en una veleta”. No pudo ser…
Entre la leyenda truculenta y la terrible realidad se han ido reconstruyendo los hechos del fusilamiento del poeta. Cuando la luz asomaba, en las horas de la madrugada, Federico García Lorca fue conducido al campo frío. Tenía 38 años y era el 19 de agosto de 1936 -hay quienes dicen que fue el 18-. La Guerra Civil llevaba encendida un mes.
Lo acompañaban -reza la aciaga historia- el maestro Dióscoro Galindo González y los banderilleros Francisco Galadí y Juan Arcolla. Los balazos desbarataron sus corporeidades; pero todos fueron muertos no por el fusil, sino por la política, el odio, la intolerancia.
Tras el estruendo mortal, vino la frase fútil del verdugo: “Acabamos de matar a Federico García Lorca. Yo le metí dos tiros en el culo por maricón”, aullaba -cuentan- Juan Luis Trescastro, alardeando infame. Atrás, como una herida abierta, quedaba la fosa común, quedaba su Granada y quedaban el ‘Romancero gitano’, el ‘Poeta en Nueva York’, las ‘Bodas de sangre’ y ’ La casa de Bernarda Alba’ sin llegar a despedirse de su creador.
Hasta ahora sus huesos siguen desaparecidos, la más reciente búsqueda se dio en el 2009 y fue infructuosa. Pero su literatura, los versos y los dramas de Federico corren con mejor suerte, multiplicados en ediciones, representados en escenarios. Clásicos, grandes.
Hace cinco años, las elegías de una treintena de autores fueron compiladas en un libro con motivo de los 70 años de la muerte del poeta. Bajo el título de ‘El crimen fue en Granada’ (nombre de la elegía escrita por Antonio Machado), la publicación de editorial Lumen da cuenta de la consternación entre los poetas por la pérdida de García Lorca y cómo este hecho se alzó en símbolo de una época funesta, para marcar a autores posteriores del siglo XX.
De los poetas del 27, sus compañeros de generación, Jorge Guillén, José Bergamín, Luis Cernuda y Rafael Alberti sueltan versos ante el dolor de perderlo. Alberti, el poeta gaditano, le promete al granadino: “Mas si mi muerte ha muerto, quedándome la tuya, / si acaso le esperaba más bella y larga vida, /haré por merecerla, hasta que restituya /a la tierra esa lumbre de cosecha cumplida”.
Cernuda se da a la conjetura del porqué del asesinato y en su elegía A un poeta muerto va tejiendo con versos: “Por esto te mataron, porque eras / verdor en nuestra tierra árida / y azul en nuestro oscuro aire”. Asimismo, Francisco Salinas, poeta oriolano prácticamente olvidado, se preguntaba ¿Por qué mataron al ruiseñor?, a lo que respondía: “Mataron al ruiseñor /tan sólo porque cantaba”.
El nombre de Miguel Hernández, poeta republicano que igualmente sucumbiera ante la violencia de la Guerra Civil, también está en ‘El crimen fue en Granada’ . La poética hernandiana que si bien tiene en los versos por la muerte de Ramón Sijé una de sus cumbres, también se hizo del tono elegíaco para cantarle a García Lorca. Este es un texto de tierra y naturaleza enfrentadas al frío metálico de la muerte. En el poema le dice : “Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía /por una tierra que el silencio alfombra, / que el ciprés apetece más sombría”.
A pesar del dolor, los poetas se abren también al retrato de la alegría y de la juventud de García Lorca; Neruda en su oda le llama “joven de la salud /y de la mariposa, joven puro /como un negro relámpago perpetuamente libre”. Y Concha Méndez: “Tu presencia era verbena / de poesía; una fuente, /que se hacía un ancho río / y arrastraba en su corriente”.
Acaso andará su alma, con esa frescura suya, cantándote Muerte, “la carne que no tienes,/ los ojos que te faltan, /tus cabellos que el viento sacudía, / los rojos labios donde te besaban…” Cantándote como lo imaginaba Machado, en El crimen fue en Granada.
Fragmentos de elegías para García Lorca
Elegía primera (frag.)
Miguel Hernández’
…Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo…
El crimen fue en Granada
Antonio Machado
1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las
entrañas—/
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su
Granada./