Edwin Madrid es uno de los mayores poetas que salió de los talleres literarios que dirigió Miguel Donoso Pareja. Es de una constancia que le ha permitido publicar 14 libros y dos inéditos. Además, siempre fue un activista de la poesía, organizando recitales, encuentros y creando una editorial.
Sus primeras lecturas son en prosa, pero comienza escribiendo poesía. ¿Qué tuvo la poesía que no le diera la prosa?
La poesía es la manera más acertada que encuentro para decir lo que tengo que decir. Sentía una necesidad de romper con una poesía muy tradicional, solemne y melodramática. De alguna manera siempre pensé o sentí que la poesía era más como la vida. Y la vida no tiene solamente ese lado dramático, sino cosas que son hasta chistosas y por ahí fue saliendo mi concepción y mi manera de escribir.
Es difícil manejar la poesía desde el humor; como que está más vinculada con el dolor…
Ahí depende de cada uno. Hay gente que mira la vida como un drama y hay poetas que tienen que desgarrarse el cuerpo y el alma para poder escribir. Me parece que está bien para esas voces; para mí, la vida no es solo un valle de lágrimas, sino que hay cosas que por absurdas pueden resultar hasta chistosas. Ahora, no es el chiste por el chiste, sino en esa misma risa hay una crítica respecto del momento y de la concepción que se tenga de la vida.
La poesía tiene derecho al gozo.
Desde los clásicos, siempre hubo el drama y la comedia. Se manejaron como dos géneros paralelos. Para mí era interesante desde la comedia una crítica hasta descarnada de la vida.
De los 14 libros publicados, ¿cuál es el de mayor tiraje?
Fíjate que ‘Celebriedad’ (1992) ganó un concurso y se vendieron a nivel nacional 2 000 ejemplares; hubo publicidad en la televisión. Se encargaron de la publicación y la comercialización hasta en supermercados.
Es un montón. Con 500 ejemplares en poesía ya es una hazaña.
Siempre va a ser difícil, porque al mercado no le interesa la poesía. No hay ‘best-sellers’. La lectura de la poesía también necesita ciertos condicionamientos…el silencio, y eso no está para esta sociedad de consumo, de velocidad, de redes sociales, que resultan antipoéticos. Pero curiosamente la poesía es lo que más se escribe y eso puede ser porque es un género que está más a la mano.
¿Y el silencio en la cuarentena fue propicio para escribir?
El encierro para un escritor es casi un estado natural. Uno siempre busca ese tiempo para guardarse y poner en orden lecturas y escritos. A mí, el encierro me agarró en el luto por mi madre, que murió en noviembre del 2019. Ese tiempo de encierro me sirvió para reflexionar no solo sobre la muerte, sino mi vida junto a ella. Construí un libro que, no sé por qué, no creo que trate exactamente de poesía aunque tenga poesía, y aunque es autobiográfico, también es de ficción. Hay un cruce de todas las cosas que, a propósito de la muerte de mi madre, fueron encabalgándose. Es un libro que he disfrutado mucho porque me ha permitido llegar a un espacio de paz con ella y su muerte.
La relación con la muerte es individual, pero escribió este libro cuando había el sentimiento de una mortandad universal…
Me cuidaba mucho cuando escribía. La muerte está en todo el texto. Ella había fallecido, pero afuera el mundo también se estaba muriendo. Era un reto porque no quería ser tan grosero con mi madre ni con el mundo. ¿Cómo confluir eso? ¡Cómo tuve que esforzarme para que te hable de ese sentimiento que estaba ahí afuera, nombrarlo sin nombrarlo! Me importa el mundo y me importa mi madre. Fue un reto, por eso estoy contento porque creo que literariamente pude
resolver esas cosas.
¿Los talleres fueron un aporte real a la literatura ecuatoriana?
A mí me parece importantísima la presencia de los talleres. Pude abrir hace ya 20 años, en la Casa de la Cultura, un taller permanente de formación de escritores. Y de ahí también ha salido parte de las nuevas generaciones. Sin saberlo, hemos hecho una maestría en escritura creativa que ahora está en las universidades. Incluso en la duración: dos años. Es como que se gradúan los estudiantes con la publicación de un libro de poesía, cuentos o una novela. Y también hay clases magistrales, porque se invita a escritores, artistas plásticos, bailarines, alguien que pueda hablar con propiedad porque es importante, en el proceso de formación, que vean que no es solamente escribir bien sino que es un punto de vista de la vida.
El problema es la constancia.
Con la convocatoria que hago, se presentan hasta 500 personas. Se eligen 60 para los dos años; terminan 12 o 14. De estos, se eligen los seis mejores libros. Que uno de estos quede, que continúe con la literatura a pesar de las dificultades, es un triunfo fenomenal.
Es un alto nivel de deserción…
Lo primero que aprenden ahí es que la literatura es una cosa importante como todas las cosas importantes: los afectos, el trabajo, los estudios. A ese mismo nivel tiene que estar la escritura. No es un ‘hobby’ para ver lo que sale. Hay una autoselección. Los que se van se dan cuenta que es mucho más serio de lo que pensaban. Y eso pasó con nosotros en el taller de Miguel Donoso Pareja.
Que fue una gran novedad…
La metodología que él implementó fue novedosa. Hizo que nos apropiáramos de ciertos instrumentos de la literatura para seguir con el trabajo después. Eso por lo menos te dio una disciplina. En el taller sí o sí tienes que ser un lector especializado. Ahí descubres por qué un escritor es único.
Hay que leer como un escritor.
Uno de los recursos que el escritor tiene para escribir es leer para fijarte en ese manejo del lenguaje.
Y ahora maneja una colección de poesía por la web…
Alfabeto del Mundo es una colección gratuita en la web que hicimos entre ediciones La Línea Imaginaria y La Castalia (Venezuela). Hubo gente que en la pandemia se dio cuenta que una de las maneras de disfrutar su casa o de salir de su casa sin salir era la lectura. Conformamos un catálogo que hasta ahora tiene 33 títulos. Queremos llegar a un lector que por primera vez se va a acercar a un libro de poesía y queremos que su experiencia sea linda, incluso a la vista.
Trayectoria
Se formó en los talleres literarios de Miguel Donoso Pareja, en los años 80. Ha recibido premios nacionales e internacionales por su obra poética. Aprovechó la pandemia para lanzar un proyecto de descarga gratuita de libros de poesía Alfabeto del Mundo, que tiene un catálogo de 33 libros de poesía. Dirige los talleres de la Casa de la Cultura.