Gustavo Lovato, director musical de la Fundación Filarmónica Casa de la Música y Director Carrera de Música Universidad de los Hemisferios. Estudió en Alabama, EE.UU.
Escuché hablar hace tiempo del nacionalismo musical ecuatoriano y desde entonces he tratado de concluir al respecto y arribar o por lo menos acercarme a una definición contemporánea de tan significativo término. Sin embargo parece ser que la contemporaneidad de lo nacionalista es cada vez más cosmopolita o para hablar en términos actuales, es cada vez más globalizada. Bajo esas circunstancias, es adecuado hablar de música ecuatoriana? Desde luego que sí, sin embargo la óptica de la música ecuatoriana en el contexto actual, fuera del ojo globalizador, me inclina a pensar en un todo complejo y heterogéneo que incluye una amalgama de los más diversos géneros como la tecno cumbia o la tecno chicha pasando por los géneros mestizos tradicionales como pasillo, albazo, tonada, pasacalles, aires típicos, sanjuanito, hasta llegar a las músicas étnicas que ventajosamente existen en cada región de nuestro territorio.
Desde luego la región más etiquetada es la Andina, pero no necesariamente la más conocida pues están por delinearse las particularidades, al menos en el campo musical, de cada una de las etnias andinas norte- centro- sur de esta región. Aparte de la música que se produce en las celebraciones del Inti Raymi en toda la región, existe una amplísima producción durante todo el año. A diferencia de las comunidades cercanas a los amplios centros urbanos, las más alejadas de las provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Cañar todavía guardan para sí tradiciones que están fuera de lo establecido y que por el momento son solo de interés para los pocos investigadores de la tradición musical andina. Además, no hay que olvidar que los afro serranos del valle del Chota en la provincia de Imbabura son parte de esta región y lamentablemente por muchos años han sido invisibilizados y relegados a una modesta mención en el conocimiento de lo propio y autentico de la región andina. Son poseedores de lo que hoy en día es un baile caliente y pomposo conocido como bomba, pero más allá de eso, son parte de este nutrido componente de diversidad de la región que comúnmente se la identifica con lo indígena y no con lo afro.
La región costa sin ser la más promocionada es rica en expresiones musicales únicas, como las afro esmeraldeñas, con sonoridades particulares que brotan de la marimba y que producen géneros como el andarele, agua larga, bambucos y otros de los que casi nada se habla como los arrullos y los chigualos. Lo montubio está por descubrirse aunque sus moños y especialmente los amorfinos, rescatados desde el siglo XIX e incluidos en el repertorio popular, han servido para visibilizarlos, el sesgo de la retórica de lo nacional solo alcanza para lo superficial. Pero si lo montubio ha sido poco aceptado, lo cayapa, lo tsáchila y lo ampera es todavía desconocido y hasta misterioso evidenciando un camino sin recorrer en pleno siglo XXI.
La Amazonía, así como la selva infinita e impenetrable, conserva mas allá de los siglos saberes ancestrales en el campo de la música y de otras artes de sus habitantes milenarios que se resisten a desaparecer sin ser parte de la universalidad: finalmente hoy las entendemos y las sabemos cómo patrimoniales, y respetamos su micro-tonía, su trifonía y su ritualidad mas allá del prejuicio urbano-mercantil. Shuars, Wuao, Secoyas, Kichuas nos tienen reservado el mayor componente de la identidad de este territorio, su ancestralidad.
Después de este breve pero sorprendente desfile de culturas me quedan pocas dudas de si existe una música “nacional”. La verdad para mí, lo nacional es todo lo que existe en este amplio territorio y la nacionalidad ecuatoriana se define, afortunadamente, por la gran variedad desde lo regional así como desde lo étnico. Ventajosamente podemos apostar a un futuro maravillosamente amplio en el que puedan resultar, de la conjunción, los más variados resultados: pasillos shuar, bombas montubias o sanjuanitos afroesmeraldeños, desde luego con sabor a una mixtura que aprenderá a coexistir. Mientras tanto me queda la duda de la existencia del ritmo nacional que identifique a todos los componentes regionales de este territorio y mientras ello no ocurra simplemente seguiremos contemplando el gran florecimiento de la tecno cumbia- tecno chicha y otras tecno que nos servirán para acentuar más, nuestros ánimos de diversidad. A aquellos a quienes les quede la duda de que la música ecuatoriana es diversa y que está en un continuo proceso de cambio, me queda por decirles que por alguna razón desconocemos nuestras músicas y por lo tanto no las amamos y nos apegamos a los blogs, a las comunidades internacionales y a las redes para sabernos más universales, sin establecer la dialéctica de lo nuestro: “conocernos para ser conocidos”. De tal manera que ahora es mucho más difícil entender que lo nacional es sinónimo de lo propio y que lo globalizado es sinónimo de ajeno, claro, en términos culturales y particularmente musicales y no en términos económicos o sociales.