Maya Plisétskaya según el matemático Rodolfo Bueno

Maya Plisetskaya murió en Alemania a los 89 años por un ataque al corazón, este 2 de mayo. Foto: EFE.

El 2 de mayo murió la bailarina rusa de 89 años Maya Plisétskaya. Uno de los referentes del ballet del siglo XX. Plisétskaya comenzó a bailar a los tres años. A los cuatro años ya acompañaba a su tía Sulamit Messerer en escena, y a los 11 aparecía en una variación de las hadas de La Bella durmiente en el Bolshói.
Una de las personas que tuvo el privilegio de verla en vivo fue el reconocido matemático ecuatoriano Rodolfo Bueno quien escribió este testimonio para EL COMERCIO.
“La vi bailar ‘El Lago de los Cisnes’ y ‘Don Quijote’ en el Bolshói de Moscú en mis primeros años de estudiante en la Lumumba, cuando todavía nos trataban a cuerpo de rey y mi desarrollo intelectual no me daba para entender cabalmente el espectáculo que absorto admiraba y solo me dejaba contagiar por el entusiasmo de un público que enloquecía ante la mejor bailarina de ese entonces y, tal vez, de toda la historia.
“Es que descollar en un mundo donde abundaban las estrellas de ballet era tarea de titanes y Maya, sin lugar a dudas lo era. Nació en Moscú el 20 de noviembre de 1925 y, para desdicha de los que la amamos, ha muerto ayer, 2 de mayo del 2015, pero sobrevive en su obra inmortal.
“Comenzó a bailar desde los tres años de edad y lo continuó haciendo hasta hace unos diez años. Bailó por primera vez en el Teatro Bolshói el 21 de junio de 1941, el día anterior a la agresión alemana a la URSS. Desde los 18 fue primera bailarina, cuando interpretó la ‘Muerte del Cisne de Saint Saёns’.
“Rodion Shchedrin es uno de los tantos gigantes que la cultura soviética produjo en su corta existencia. Estéticamente estuvo vinculado a Shostakovich, de quien su padre fue secretario privado, y estuvo casado con la gran diva del Teatro Bolshói, Maya Plisetskaya.
“Su interés por el arte español es parte de la idiosincrasia rusa, admiradora de las ricas manifestaciones culturales de España; en su caso particular, un tío suyo tocaba música de Albéniz en todas las reuniones familiares.
“Shchedrin orquestó Dos Tangos de Albéniz, que fueron estrenados por Rostrópovich; esa fue la tónica de todas sus obras, ser interpretadas por grandes músicos como Sitkovitski, Maazel, Vengerov, entre otros. Su máxima creación es ‘Carmen Suite Ballet’ que, según se dice, se toca todos los días en algún lugar del mundo.
“Shchedrin respeta el papel del intérprete y no da indicaciones ni de tiempo ni de dinámica, en este aspecto imita el estilo de Bach. En ocasiones sucede que el artista descubre cosas que él mismo no había visto en sus partituras; es que cualquiera es capaz de leer una melodía o un acompañamiento, pero sólo los grandes intérpretes pueden ver lo que hay en el fondo.
“Maya, admiradora de Bizet, le pidió una obra a Alberto Alonso, el coreógrafo cubano casado con Alicia. Cuando visitaron a Shostakovich para solicitarle que hiciera la adaptación, éste compositor se negó aduciendo que le tenía miedo a Bizet.
“Lo mismo sucedió cuando el pedido se lo hicieron a Jachaturian; Shchedrin no halló otra solución que dedicarse él mismo a realizar el proyecto. Lo acabó después de veinte días. La obra fue estrenada en el Teatro Bolshói; luego llegó el escándalo, se sostuvo que Shchedrin había destruido la música de Bizet. Según Maya: “Como lo ha demostrado el tiempo, la partitura es genial. Si Bizet la hubiera oído, seguro que le habría gustado”.
“En esa época, el arte vivía en la URSS situaciones por demás ridículas. En el ballet Anna Karenina, Maya debía ir al suelo con otro bailarín, el Ministro de Cultura impidió esta adaptación por tratarse de una escena demasiado sensual. Ella le reclamó: “Eso es algo que también existe en la vida”; pero la censura estúpida no le hizo caso.
“Maya bailó desde los tres años en la Escuela de Danza de Moscú y triunfó pese a que su padre había sido ejecutado en 1937, durante las sangrientas purgas de Stalin, y su madre y hermano fueron deportados a Siberia. En 1943, a los 18 años, Maya se convierte en la “diva del Bolshói” interpretando la ‘Muerte del Cisne’.
“Triunfar en un país donde las buenas bailarinas abundan, no es tarea fácil, pero Maya era la mejor entre las mejores, tenía energía y a veces bailaba hasta doce horas diarias. Maya fue para su sociedad una auténtica revolucionaria en todos los sentidos de la vida, vivió y murió amada por su público, colaboró con grandes personalidades y obtuvo el merecido reconocimiento internacional en los más importantes centros culturales del mundo y, si los portugueses enterraron a Amalia Rodríguez en el Panteón de los Héroes, los rusos deberían enterrar a Maya Plisétskaya en el Panteón de los Dioses”.
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