Para los rituales de fin de año, el chaman prepara un altar con plantas
y velas. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
Las flores nativas y las esencias son las protagonistas de esta temporada de fin de año en las comunas tsáchilas. Con estos materiales se realizan los baños y rituales chamánicos para la prosperidad, abundancia y buena suerte.
Estas ceremonias se han convertido en una especie de cábala para los turistas, que llegan en esta época del año a los centros culturales tsáchilas.
La quiteña Carmen León visita el centro turístico tsáchila Mushily, en la comuna Chigüilpe, desde hace tres años. Ella cuenta que con los baños, rituales y amuletos, su suerte sí ha mejorado.
En el 2015, había perdido su trabajo y eso le ocasionó depresión. Una amiga de Santo Domingo la invitó a pasar el fin de año en esa ciudad y ahí conoció a los tsáchilas. “Me hice el ritual por diversión solamente. Pero funcionó”.
León pidió un baño de florecimiento y adquirió unos aceites con esencias para sobrellevar el estrés.
En enero del 2016 empezó a enviar carpetas y en febrero ya obtuvo un empleo que conserva hasta el momento. “No sé si fueron los rituales, pero desde que hice el primero dejé de estar deprimida y mi actitud cambió mucho”.
Abraham Calazacón, chamán del centro cultural Mushily, asegura que para tratar a un paciente se debe hacer una valoración integral, que incluye a la fase lunar en la que se hacen los rituales. Para cada ciclo se recomienda el uso de determinada planta, al igual que los instrumentos musicales.
Para esta temporada, los chamanes consideran que se deben hacer dos de los cuatro rituales para la buena suerte. Uno es el de los cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire.
Este proceso es uno de los más complejos porque tarda más de dos horas y el chamán necesita internarse en el bosque para encontrar plantas como la elena shili, wastsa tsenco y la mipaki, que requiere para atraer a las buenas energías.
Calazacón señala que la combinación de estas plantas es importante porque hay pacientes que tienen una carga energética negativa muy fuerte y las preparaciones ayudan a limpiar el aura y así lograr que el turista se concentre.
Otra planta que no puede faltar es la ayahuasca, con la que se prepara una bebida alucinógena que el chamán debe ingerir antes del ritual para conectarse con los dioses y que estos autoricen la ceremonia.
Luego, se invocan y conjugan los cuatro elementos. Para eso, el chamán coloca en su boca una bebida con plantas y alcohol y la sopla alrededor de una vela para crear fuego con el agua y el aire.
Dependiendo de qué tan grande es la llamarada, el sabio interpreta si la naturaleza le otorga permiso para que el paciente sea parte del ritual. Después tocan varios instrumentos mientras el poné hace una limpia y luego quita las malas energías con piedras.
Otro de los rituales es el del florecimiento, que se realiza en el río y consiste en esparcir por el cuerpo un líquido con flores nativas tsáchilas.
Según la Gobernación Tsáchila, este año esperan que al menos 3 000 turistas de la Costa y Sierra visiten las comunas.