El bosque húmedo envuelve a esta comuna, ubicada a 18 kilómetros de Naranjal. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO
La leyenda cobra vida al pararse frente a las piedras gigantes, en lo profundo del bosque húmedo. Unas chorreras humeantes brotan de las rocas y el vapor inunda el ambiente.
Dos horas antes, en el viaje por la vía Panamericana, el guía Sergio Torres adelantaba el origen de las termas custodiadas por los comuneros de San Miguel, un poblado del cantón Naranjal (Guayas) escondido en las estribaciones de la cordillera Molleturo.
Hace 60 millones de años, Torres cuenta que los volcanes que ocuparon este territorio dejaron estallar su furia hasta eliminarse. El magma, que corre como sangre bajo la superficie, calienta las aguas subterráneas y las enriquece con minerales, antes de que emerjan.
En San Miguel descubrieron esta fuente en 1975, cuando se establecieron los primeros comuneros. Eva Molleturo recuerda que tenía 7 años cuando sus padres llegaron a este sitio, que marca la transición entre la Costa y la Sierra.
Aquí viven 140 personas, y su origen es tan diverso como el bosque que los rodea. “Las primeras familias llegaron de Molleturo (Azuay), mis padres llegaron de Cuenca y hay mucha gente de El Oro”, dice Eva, la presidenta de la comuna.
Su apellido está ligado a la ancestralidad del lugar: los molleturos, un pueblo cañari, habitaron este paso estratégico entre los Andes y la Costa.
En medio de los troncos revestidos por musgo, Eva dice que han encontrado muros de piedra o paredones, formando lagunas. Esos vestigios les sirvieron de ejemplo para crear un complejo de piscinas termales para los visitantes.
El cacao, el plátano y otros productos han sido el sustento de esta comuna. Pero ahora sus agricultores, como Manuel Quituisaca, también son guías ecoturísticos. “Esta agua pura nace de la roca”, dice.
El desvío a San Miguel está 15 minutos después de Naranjal. Es un camino de 8 kilómetros, rodeado por cacaotales.
Un rústico sendero en la comuna marca la ruta hacia las termas. Es una caminata de 30 minutos, que permite apreciar la inmensidad del bosque protector Molleturo-Mollepungo.
“Aquí se respira la naturaleza”, resume Betty Mata, directora de Turismo de la Prefectura del Guayas. San Miguel es parte la Ruta del Cacao, un circuito impulsado por el Gobierno Provincial, que invita a descubrir el espíritu de la montaña, el de los molleturos.
Ese espíritu da vida a frondosos guayacanes, laureles y señoriales palmas; aquí viven tucanes, armadillos y saínos.
Para mantener el equilibrio del ecosistema, las visitas a las termas duran pocos minutos. Es el tiempo suficiente para dejarse envolver por la calidez del agua sulfurosa y sentirse tan diminuto como una hormiga ante las enormes piedras.
La historia cuenta que los molleturos se asentaron a orillas de las lagunas, que se formaron al pie de la gran cordillera; ahí permanecieron hasta que el agua se secó. Hoy, sus herederos luchan por preservar esta fuente natural.