Yo acuso
Yo les acuso a la ministra Vance y funcionarios y asesores involucrados en la situación desastrosa a la que ha llegado el Programa de Control de los Desórdenes por Deficiencia de Yodo (DDY). En términos bioéticos relacionados con la gestión pública en el campo de la salud, una falta que debería merecer sanción, al menos administrativa, la renuncia o el despido.
Que son inocentes, deberían defenderse y acusarme de lo que se les ocurra, de contrarrevolucionario por ejemplo. Ya me sucedió que por un artículo de opinión fui llevado ante los tribunales de la República. De ser nuevamente puesto en el banquillo de los acusados, habrá un Emile Zola como el que salió en defensa del capitán Dreyfus acusándoles a quienes le condenaron por traición a la patria.
La semana pasada, en esta columna me dirigí “A la opinión pública” alertándola sobre las consecuencias catastróficas que estarían produciéndose con el consumo de sal sin los niveles de yodo que se requieren para evitar que se produzcan endemias de bocio, cretinismo, sordomudez, retardo mental, hipotiroidismo neonatal, etc. Me dirigí a la Asamblea Nacional, lamentablemente empeñada en estos días en correcciones de los textos constitucionales que nos conducirán “al buen vivir”. Por parte del Ministerio de Salud Pública (MSP) ni la menor reacción al tema.
Como era de esperarse, el Dr. Víctor Manuel Pacheco, coordinador en nuestro país del Consejo Internacional para el Control de los DDY, se ha dirigido a la Ministra de Salud, solicitándole información sobre la real situación del Programa ecuatoriano de Control de los DDY, una vez que durante la Reunión sobre Eliminación Sostenida de los DDY en Latinoamérica, 11 y 12 de este mes, el informe ecuatoriano tenía limitaciones, vacíos, desactualización e inconsistencias palmarias. Igual, exactamente igual al informe presentado por el MSP de nuestro país en la reunión de Florianópolis–Brasil del año pasado. Concluye la comunicación del Dr. Pacheco llamándole la atención a la Ministra que desde la “sociedad civil y académica ecuatorianas se están presentando serios cuestionamientos sobre la gestión actual del proceso en cuestión”.
Los más afectados por la deficiencia de yodo fueron y serían los indios y campesinos serranos, es decir los que comen mal y menos. Cuando a la malnutrición se suma la deficiencia de yodo, los efectos devastadores se potencian. Esto deberían saberlo quienes se hallan marchando desde Zamora hasta Quito en defensa de uno de los pocos patrimonios que les queda, el agua.
Sería de verles a la Dra. Tibán, a Salvador Quishpe y al dirigente Carlos Pérez Guartambel, en el plan de pasar la voz: ¡Agua y yodo en la sal! Antes de la imposición española, el pueblo altoandino consumía la sal que provenía de “las salinas yodíferas de los Andes”, ricas en yodo.