La desfachatada defensa de las sanguinarias dictaduras de Libia y Siria pone de manifiesto, una vez más, la impostura de la izquierda radical enquistada en la Cancillería ecuatoriana. Es la misma izquierda que condenó los muertos de los infames regímenes de Somoza o Pinochet y que hoy ignora –quizá desprecia- los miles de asesinados por Gadafi y Assad en nombre del antiimperialismo de la revolución ciudadana. Es la izquierda fanática que hoy cocina una ley de cultos para asfixiar los credos religiosos en nombre de los derechos de los ecuatorianos. ¿A qué obedece esta política ideologizada y rabiosa, tan distante de los sentimientos y convicciones de la población? ¿Quién representa al Régimen? La izquierda carnívora encaramada en el Ministerio de RR.EE. o la izquierda vegetariana apertrechada en el Ministerio de la Producción?
Resulta imposible ubicar las coordenadas de la política exterior ecuatoriana sin recurrir a Chávez como referente cardinal. Si bien la Cancillería ha tomado distancias con Venezuela en asuntos de menor cuantía para transmitir una falsa idea de independencia, nuestra política internacional está indisolublemente atada a la de Chávez. El Ecuador ha adoptado una visión simplista, maniquea, y ferozmente ideológica del sistema internacional y ha destruido las identidades tradicionales de nuestra política exterior, particularmente la adhesión a Occidente y a su modelo de democracia representativa. Nos hemos apropiado de los delirios mesiánicos de Chávez -el Bolívar redivivo- y sus anteojeras ideológicas, fuertemente condicionadas por el modelo cubano. Bajo esta inspiración, nuestra diplomacia ha buscado alianzas con el eje ruso-chino, Irán y el islamismo radical, y todo, absolutamente todo, lo que huela a antinorteamericano.
Patiño y su grupo hipotecaron los intereses del Ecuador a los objetivos de Chávez y su Alba. El país ha terminado aislado y desprestigiado. Al mismo tiempo y en aparente contradicción con esta línea, el Ministerio de la Producción defiende la importancia de los mercados y la necesidad de que el Ecuador se inserte en los procesos económicos globales. La ministra Cely, ex directora del Conam y muy cercana al ex presidente Mahuad, representa la otra cara del Régimen. Ha buscado acercamientos con los EE.UU. y la Unión Europea y ve al libre comercio como un vector de desarrollo económico. ¿Cómo entender este enredo?
Hay un esfuerzo deliberado de la Presidencia para nutrir esa ambigüedad y no ahuyentar sectores políticos y gremiales que por ahora resultan instrumentales. Mientras las contradicciones de sus ministros no pongan en riesgo el poder y el control total, objetivo supremo, la Presidencia tolerará el galimatías. El Ecuador es un barco a la deriva.