El Presupuesto del Estado considera un precio promedio para el crudo de USD 35 por barril, con lo que no hay ingresos petroleros para el Fisco (aunque sí para Petroecuador). El Gobierno reconoce que para 2016 no habrá el alivio de una convalecencia de los ingresos petroleros.
Las instalaciones de almacenamiento de crudo del mundo están abarrotadas, y si bien se debilita la producción de esquistos de Estados Unidos, crece la de Rusia, e Irán se apresta a aumentar su producción. El WTI está en USD 42 y el nuestro bastante por debajo de 40.
El 6 de diciembre, en la reunión de la OPEP en Viena, el Ecuador insistirá, junto con Venezuela y Argelia, en plantear a Arabia Saudita y los otros países del Golfo Pérsico que abandonen su política de defender mercado y que retornen a defender precios. Ya lo hizo el presidente Correa en persona ante el Rey saudita. Pero la posibilidad es remota que escuchen el planteamiento ecuatoriano.
Por otro lado, el dólar se sigue fortaleciendo, ante las perspectivas de que EE.UU. está saliendo de la crisis. A pesar de una inflación de solo 0,2% anual, la Reserva Federal se prepara a elevar la tasa de interés para abortar un recalentamiento que se traduzca en un repunte inflacionario.
La cruda realidad es que en 2016 y probablemente en 2017 tengamos una situación de bajo precio del petróleo y dólar fuerte, que tienda a ahondar la recesión en que nos encontramos, ante la caída de las exportaciones privadas por la pérdida de competitividad, la contracción de la economía interna ante el menor gasto público, las dificultades de conseguir financiamiento externo dada las deterioradas perspectivas nacionales, la renuente inversión privada dada su satanización hebdomadaria por parte del Presidente de la República, y el recelo de la población, que opta por tener parte de sus ahorros en efectivo, lo cual priva a la banca de fondos para prestar.
Al Gobierno le quedan 18 meses y urge que adopte una política integral para enfrentar la situación, en la que se reconozca las dificultades que atravesamos, el costo que tenemos que pagar todos, pero que se nos dé la esperanza de una salida.
El Presidente se queja de la dolarización, insinuando que de tener moneda propia devaluaría. Ahora le toca implementar medidas que, en su conjunto, produzcan efectos similares a los de una devaluación.
Lo que no podemos hacer es continuar con medidas parches hasta después de las elecciones, de ganar el oficialismo o hasta que un nuevo gobierno se posesione, de triunfar la oposición. Porque la economía se sigue deteriorando. Mientras más nos demoremos en afrontar la crisis, más duras serán las medidas. La lección de 1998 es que es muy costoso posponer el enfrentamiento de una crisis hasta que se posesione un próximo gobierno.