En beneficio del país, un 52% de los ciudadanos eligió presidente a Daniel Noboa para 16 meses de gobierno hasta mayo de 2025, que restablecerán los períodos ordinarios del jefe de Estado. Y descartó a la candidata del correísmo, Luisa González, porque en realidad se elegiría a Rafael Correa, que sería el principal asesor de la candidata, según sus propias y reiteradas declaraciones.
Pero los votos a favor de Noboa no son votos que le pertenecen. Son votos para evitar el retorno del caudillo. Y no solo por todas sus trafasías, odios, violencia y promesas de venganza que anunció, sino porque una vez que tome el poder, ya sea directa o indirectamente, no lo volverá a soltar. No cree en la alternabilidad democrática. Dicho de otra manera, Ecuador se sumaría a los gobiernos infames de Cuba, Venezuela y Nicaragua que, sumados, llegan a 107 años en el poder: 64 los Castro, 26 Chávez y Maduro y 17 Ortega. No son lucubraciones. Correa ha manifestado muchas veces su admiración a los 3 dictadores latinoamericanos.
Estas reflexiones vienen a cuento, porque en estos primeros días del nuevo gobierno he escuchado referirse el “claro mensaje” de la ciudadanía de adhesión al presidente Noboa. Sería un error creer que su juventud y buena formación académica conquistaron el voto de la mayoría. El respaldo dependerá de sus resultados. Este comportamiento del ciudadano ya ocurrió en 2021, en que prefirió un banquero sesentón al economista designado por Correa para que le sirva de parapeto, más allá de los méritos propios del candidato para perder las elecciones.
En suma, reitero la necesidad de respaldar a Noboa para que logre el mejor de los gobiernos posibles en estos limitados 14 meses, sabiéndose que pronto tendrá que enfrentar la feroz oposición de la Revolución Ciudadana -hoy su aliado parlamentario- a quien no le conviene el éxito de Noboa. Por el contrario, apuntará a su fracaso, porque así tendrá mejores posibilidades en las elecciones de 2025 con algún nuevo títere, o la repetición de uno de los anteriores.