Aunque el término puede estar sujeto a varias interpretaciones, desde lingüísticas hasta antropológicas, es usual que se lo aplique a procesos religiosos que implican la superposición o coexistencias de un culto sobre otro, sin que logre eliminarse el supuestamente derrotado. Existe una creencia superior y otra subyacente pero ambas vigentes.
Esta puede ser una interpretación para el anecdótico caso del presidente boliviano Evo Morales, cuando entrega al papa Francisco un crucifijo reposado sobre la hoz y el martillo que era el símbolo máximo del comunismo soviético. Es preferible adentrarse por este intrincado laberinto antes de caer en el superficial e histriónico calificativo de acto indecoroso, falta de respeto o en la iracundia de católicos extremos, cuya iracundia se asemeja más a los enloquecidos del Corán, que a los prudentes y devotos seguidores de Cristo.
De cualquier manera, el gesto no aporta al capital político del líder boliviano. Es evidente que la imagen emblemática de la cruz históricamente está superpuesta sobre la hoz y el martillo. La una congrega a multitudes de fervorosos fieles o entusiastas espectadores, la otra está enterrada en alguno de los archivos del museo de la historia universal. Puede alumbrar el propósito de Evo Morales repasar a Octavio Paz sobre el sincretismo que encierra la historia mexicana y que se sintetiza en el culto a la Virgen de Guadalupe. Además de convicciones religiosas, este culto representa a lo que significó la derrota prehispánica y la construcción del imperio colonial en Nueva España. La Virgen agrupa a todos.
Muy significativo en este proceso de yuxtaposición y acoplamiento, es el hecho de que 10 años después de levantado el monumental Museo Antropológico de Ciudad de México, se construyó la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, en el cerro de Tepeyac. ¿Liberales y anticlericales radicales o devoción multicultural a una imagen símbolo del catolicismo? La respuesta que desentrañe este enigma a lo mejor solo la tienen los aymaras del Altiplano boliviano.
Evo Morales no fue profano ni agresor al catolicismo. A lo mejor, como lo ha hecho en otros temas de eco internacional, era necesario un guiño a la izquierda populista que en su sobrevivencia necesita nutrirse de gestos y actos estrambóticos que le permitan recordar que todavía son parte de una revolución permanente. Por eso hay que recurrir a una frase de Octavio Paz: “el pueblo mexicano, después de dos siglos de experimentos y fracasos, no cree ya sino en la Virgen de Guadalupe y en la Lotería Nacional”.
En esta serie protocolaria tuvo una participación difícil el Papa: expresó su deseo por un diálogo entre Bolivia y Chile. Aunque no olvidó que hay un trámite en La Haya, se puso al margen de la tradición vaticana que responde a la petición de buenos oficios o arbitraje por pedido de las partes (Chile y Argentina por el Canal del Beagle). Los consejos de beneficio unilateral de uno de los lados pueden ser contraproducentes.