La incertidumbre marca esta coyuntura. Las certezas sobre las que la revolución ciudadana ha gobernado en la última década han comenzado a erosionarse aceleradamente. La bonanza económica; un Estado que tenía recursos para derrochar en todo; la estabilidad política; el liderazgo y credibilidad presidenciales; el respaldo ciudadano al Gobierno, han dejado de ser premisas inamovibles en el Ecuador. De hecho, estas certezas han sido los activos principales de la revolución ciudadana.
Todo el discurso presidencial las ha machacado incesantemente: sábado a sábado, día a día. Verdades absolutas con las que el Gobierno se tomó la opinión pública del país por casi una década. Sin embargo, como no había ocurrido en mucho tiempo, hoy los ecuatorianos dudamos de lo que ocurrirá en el futuro inmediato. La incertidumbre cunde en el país.
Si para graficar este estado anímico mencionamos la economía, habría poco que argumentar. No obstante, el Gobierno se niega a mencionar la palabra crisis, los despidos cada vez más frecuentes, los ajustes en el Presupuesto del Estado, la morosidad sistemática del sector público con sus acreedores, la caída del crédito y del circulante, la disminución de la recaudación tributaria, el deterioro dramático de todos los indicadores económicos, la evaporación de las reservas (la lista de hechos podría llenar esta página), son muestra fehaciente de que la prosperidad se desplomó. En lo económico, 2016 será el año más difícil de lo que viene en este siglo; comparable, quizá, a 1999.
Pero el caso más patético de incertidumbre son las enmiendas. Hace un año y medio, estas comenzaron como el intento más desembozado del Gobierno de mantenerse indefinidamente en el poder. Eran épocas en que su continuidad se daba por sentada.
La revolución ciudadana no despertaba aún del mareo y de la euforia de las elecciones de 2013 y pensó que había llegado el momento de proyectar, sin límites de tiempo, su permanencia en el poder. Pero en 2015, los cambios en la economía vinieron acompañados de dramáticas alteraciones en la política. Para ello, los errores del Gobierno tuvieron un papel fundamental. La presentación de las leyes de herencia y plusvalía, por un lado, y las enmiendas, por otro, cambiaron los humores ciudadanos.
Por ello, al menos de que suceda un imponderable, lo más seguro es que en esta semana la Asamblea Nacional las apruebe en segundo debate. Aprobación en que la reelección indefinida aparecerá temporalmente matizada por una transitoria, indicándose con ello, que las enmiendas constituyen el más grave error y peor derrota política de Correa desde que llegó al poder.
A fuerza de querer a toda costa imponer al país su reelección presidencial, el Presidente ha tenido que retroceder en su propósito, para no arriesgarse a perderlo todo. Y es que, desde el momento en que escamotearon la consulta popular, para que sea el pueblo en las urnas el que legitime las enmiendas, el oficialismo reconoció que había perdido en el tema. Así, lo que se dará esta semana en la Asamblea será una típica victoria pírrica del oficialismo; una victoria que esconde una derrota.