La caída del precio del barril de crudo, que en algún momento descendió por debajo de la barrera de los 70 dólares, ya ha producido reacciones que anuncian que lo que se viene a escala mundial será una agria disputa entre las potencias, principalmente aquellas que se verán afectadas por la pérdida de recursos que les sirvieron para retornar al primer plano y plantear, al menos en la retórica, cuestionamientos a los poderes hegemónicos globales. Rusia ha visto depreciarse su moneda en aproximadamente un 8%. Esto redundará en el poder adquisitivo de sus habitantes y quedará por verse cuánto afecta a la popularidad del Régimen, cuyo gobernante quería reeditar los tiempos de gloria del Imperio o los del férreo control a los países de la Europa oriental. En esa situación deberá replantearse los desafíos lanzados al mundo occidental, especialmente en lo que tiene que ver con el suministro de gas, pues ahora le serán muy útiles las divisas que provengan de sus ventas al exterior, así sea que estas lleguen de países que siempre miraran con recelo la ascendente influencia del gigante del Este. No sabemos las incidencias de este nuevo escenario, pero podemos colegir que será un golpe severo que hará repensar sus movimientos en el área bajo su influencia, con lo que probablemente no se observarán tan a menudo los desplantes que su Mandatario acostumbró realizar al occidente.
Al otro lado del mundo se ha ejercitado una andanada de diatribas, que en nada sorprenden si provienen de quien asegura recibir mensajes a través de aves o supuestas imágenes en los muros de una estación del Metro. Si la economía del país del Libertador se hallaba ya por los suelos, pese a haber ingresado la mayor riqueza de toda su historia, lo que se vendrá una vez que las divisas escaseen será muy complicado. Y ni hablar de la isla cuyo Régimen ha sobrevivido de la “solidaridad” revolucionaria, porque hace rato perdió todo norte y la capacidad de valerse por sus recursos.
Pero lo grave de todo esto es que si los gobiernos de esos países eran hostiles contra sus detractores, ahora asediados por sus carencias, sitiados por las propias políticas que construyeron para sostenerse en el poder y que ahora se debilitarán por la escasez de ingresos, tendrán reacciones más agresivas y acentuarán su retórica populista en el afán de conseguir respaldo, con lo que disminuirá aún más cualquier signo de moderación. Esto crispará y agudizará las diferencias entre los que apoyan a estos regímenes y sus opositores, pudiendo llegar la exacerbación política a niveles preocupantes.
Probablemente, la válvula de escape para atenuar las tensiones sociales serán los procesos eleccionarios del futuro. El más cercano, las elecciones legislativas en suelo llanero que pondrán a prueba al Régimen, que sin lugar a dudas tiene razones fundadas para preocuparse sobre la sobrevivencia de la “revolución bolivariana”. Motivo adicional para estar expectantes de lo que acontezca, para percibir si efectivamente se respeta la voluntad popular.