¡Silencio..! ¡Estamos en democracia!
Una democracia silenciosa correspondería al sueño del Gran Hermano, que el aparato de control gubernamental se esmera en volver un sistema.
El título de la columna viene de una pancarta del l de mayo en Cuenca. La imaginación ya ha vencido al miedo y creativamente desvela, con sátira, lo que el sistema pretende y lo que el doble o triple discurso de la propaganda esconde más que informa. El discurso oficial sueña con una democracia reducida a simple trámite burocrático sin la expresión del conflicto que es, en cambio, el alma de una sociedad democrática. El estado de la prensa revela el hecho.
El nivel de información y de opinión de la prensa escrita dice mucho del nivel educativo, pluralismo y libertad de expresión de un país. Hace poco, la prensa escrita ecuatoriana comparada a la de los vecinos, poco tenía que envidiar, más bien sobresalía en varios aspectos. Hoy, la situación se ha invertido.
Una sana envidia tiene uno leyendo la prensa de los vecinos, por el número de páginas con información amplia y variada sobre diversos temas de la vida colectiva, de la acción gubernamental, no necesariamente predominante, o de la oposición, de la dinámica de la sociedad civil o de su economía. Las opiniones y análisis sobre estos temas no son raros ni se limitan a contadas líneas, pueden ser parte de algunas secciones. Tienen páginas enteras, fin de semana o no, sobre las artes, sobre lo que se pública, con análisis y debates. En la semana, hay varias entrevistas y opiniones que salen de la cotidianidad o del acontecimiento reflexionando sobre nuestro tiempo.
La prensa escrita ecuatoriana ahora reduce cada vez sus páginas y con ellas se volatiliza la información, se vuelve escasa, casi misteriosa, se esfuma la realidad y aporta así a la irrealidad que domina la vida pública.
Una mano misteriosa trazó un espacio al que no le conviene llegar a la prensa porque al informar lo que los indicios dicen de corrupción o de abusos de poder o decir mucho de la realidad le pueden aparecer pretextos para el simple acoso de funcionarios o para perseguirla o sancionarla legalmente, “al menos” condenarla públicamente.
Los análisis son excepción, de poco espacio. La opinión debe ser cuidadosa para no ser pretexto de otras persecuciones.
La autocensura dice mucho de un país y de su grado de libertad de expresión. Es la victoria de la amenaza del poder y de su reino sin duda efímero pero cuan destructivo de la sociedad y de su capacidad de verse a sí misma, de renovarse y de inventarse.
Pues la censura y la autocensura implantan una negación de la realidad y de su dinámica sin la cual una sociedad no es maestra de sí misma sino presa del poder del momento. Reducida a la coyuntura concibe mal el futuro, su sentido mismo de reflexión está anquilosado en el cuadrilátero de las mezquinas disputas que la polarización política impone.