Los resultados electorales estuvieron en lo esperable. Algunos se preguntan ¿y cómo en la consulta de mayo del 2011, en las preguntas más sensibles, el Presidente no tuvo mayoría absoluta de sufragantes, esto es, incluyendo votos en blanco y los nulos, sino que los resultados se le dieron a su favor, por sólo contar los votos “Sí” o “No”; y, ahora obtuvo mayoría de votos válidos y de sufragantes? Es que entonces, mayo del 2011, se votaron temas, sobre los que hubo espacios de contradicción; y, el 17 de febrero del 2013, se votó por candidatos-personas, y en base de números, marcas y eslóganes. Los electores hacen su balance de valoración de los candidatos que más saben comunicar, que han hecho cosas -no que sólo las han prometido- y también pesa lo negativo, pero en lo que en lo singular o familiar perciban, no necesariamente de los que les pasa a otros -no fue o no es conmigo, es lo que se piensa-.
Que desde el entorno del presidente Correa se usó buena parte del aparataje del poder y sus recursos para la campaña, sobre todo promoviendo a su gobierno, enlaces, cadenas, publicidad oficial, es verdad. Que el Consejo Nacional Electoral más rápido que de inmediato estaba a sus pareceres, también. Quizás Correa no necesitaba lo uno ni lo otro para ganar.
En cuanto a la integración de la Asamblea, el método de asignación de escaños se reformó para la mayoría absoluta, en la ola del “todo”, “todito” por la 35. En las condiciones precarias de los recintos de sufragio, para nada era de esperar el voto reflexivo, peor la posibilidad de escoger candidatos entre listas. Posiblemente las listas 35 lo que alcancen de asambleístas se acerque al 67% -más de dos tercios- de los escaños, pero no es ése el porcentaje de sus electores respecto al total de sufragantes, que es sensiblemente menor.
¿Qué hacer ahora para fortalecer la democracia? No hay democracia si pretende interpretarse que la adhesión de la mayoría de electores al Presidente debe significar condenar al silencio a los que piensen y opinen diferente. Discrepar no debe entenderse conspirar, ni por quienes discrepen, ni por quienes ejercen el poder.
Un gobernante y una mayoría legislativa deben ser consecuentes con sus postulados de campaña, pero recordando que el enunciado teórico del discurso -usualmente mediante frases de generalización- cuando ya deban convertirse en leyes y en decisiones y acciones de gobierno, debe ser estimado en sus posibles impactos y consecuencias.
Y los contradictores no deben callar, pero sí aceptar que otra fue la opción por la que votó la mayoría. Si deben puntualizar lo que en función del Ecuador crean debe precisarse.
Admitir la decisión de la mayoría es respeto a la democracia, pero éste no se expresa en callar, porque esto sería demostración de cobardía.