“¡Usa sieeempre sal yodaaada para toda la familia!” Estoy seguro que la gente de mi generación tiene grabada en la memoria esta propaganda que se repetía en las radios del bus para ir al colegio. También me acuerdo –como un mal sueño de infancia– las iglesias de los pueblos de la Sierra habitadas por indígenas con cretinismo y bocios enormes.
En Ecuador existía un problema de bocio endémico. Es decir, no se trataba de enfermedades individuales, sino de un problema que afectaba a toda una región. La solución vino de las manos de un investigador ecuatoriano. Rodrigo Fierro Benítez cambió de manera radical ese pasado (me hubiera gustado decir “de manera permanente”, pero en tiempos recientes la atención que se le ha puesto al Programa de Control de los Desórdenes por Deficiencia de Yodo ha sido desastrosa).
Es él quien preside un grupo de lectores que se reúne en tertulias mensuales. Debo confesar que en mi primera participación me sentí sumamente intimidado por el bagaje intelectual de los caballeros de esa mesa redonda. Solo una persona como Rodrigo podía tener una convocatoria de ese calibre. Cada miembro es un peso pesado. Cada intervención es un deleite. Existe una mayoría de médicos en el cónclave, pero cada uno con un perfil distinto y una visión refrescante; aun así no faltamos unos pocos intrusos de otras profesiones que añadimos nuestra sazón a las discusiones. Mención especial merecen nuestras dos lectoras, brillantes, dulces, imprescindibles.
Tenaces, incisivos, agudos… pero sobre todo curiosos. No hay temas tabúes y los puntos de vista opuestos se intercambian con caballerosidad, compañerismo y apertura de mente. Por supuesto, el nivel de exigencia es tremendo; nuestro mismo presidente fija un ejemplo de implacable rigor.
Cuando sea mayor, tenga mis nietos y les cuente del Ecuador de mi niñez, sin duda les hablaré de las miserias de la gente pobre de la Sierra. Les contaré de la carne de gallina que para un niño producía entrar en una iglesia, ver los bocios y la gente afectada de cretinismo. Trataré de explicarles como con la colonización se inició un proceso centenario que cambió la cultura y los hábitos alimenticios de un pueblo que antes había dominado esos paisajes, hasta reducirlos a sufrir estoicamente, esperanzados en que su sufrimiento sea la justificación para una mejor vida en el cielo.
Pero también les contaré cómo un hombre es capaz de revertir procesos históricos; no un extranjero lejano… un ambateño.
Les diré que este médico honró su profesión al incidir en el bienestar de miles de personas y las generaciones futuras. Mi admiración por Rodrigo Fierro es entrañable, lo considero un instigador de inteligencia y esta semana tendré el honor de participar en una de sus tertulias.