Los avances tecnológicos son vertiginosos. Su impacto en la economía, en las actividades empresariales y en el capital humano son cada vez mayores. Los países que poseen una visión de mediano y largo plazo han comenzado a generar un conjunto de políticas públicas encaminadas a afrontar el reto de crear nuevas fuentes de empleo en plena revolución digital.
En Colombia, por ejemplo, se habla con mayor intensidad de la “economía naranja” o “economía creativa”, que tiene una vinculación directa con la innovación, entendida como la creación de nuevos productos y servicios, relacionados en gran medida con el desarrollo tecnológico. De hecho, uno de los ejes centrales del gobierno colombiano está en convertirse en un “epicentro regional” de atracción de innovación a gran escala. El Presidente Duque se ha empeñado en que la inversión extranjera y los ingresos del gobierno dejen de depender de las formas tradicionales y se apalanquen en la creatividad de la innovación.
No cabe duda de que existe una corriente cada vez mayor, principalmente de las economías desarrolladas, pero también de algunas economías emergentes, que ven en la inversión tecnológica como una fuente importante para un crecimiento económico sostenido y su consiguiente efecto en el empleo.
El país que logre, por ejemplo, adaptar rápidamente su legislación laboral a las nuevas realidades de trabajo esporádico y flexible, captará una enorme ventaja frente a sus competidores y vecinos.
Sin embargo, el capital humano sigue siendo y seguirá siendo el eje central de debate en esta nueva era tecnológica. En días pasados el Banco Mundial publicó un interesante informe sobre la naturaleza cambiante del trabajo frente a los retos tecnológicos. Se enfatiza en la necesidad de invertir de manera decidida en el capital humano, en su educación y salud, pues se concluye que” la tecnología brinda nuevas oportunidades para crear nuevos empleos, aumentar la productividad y prestar servicios públicos eficaces “.
El informe reconoce que existe un desplazamiento de fuentes de trabajos tradicionales, pero también afirma que los avances tecnológicos han creado enormes fuentes de empleo no convencionales que requieren habilidades especiales para afrontar los retos futuros. Se estima que entre 1999 y 2016, se crearon más de 23 millones de empleo en Europa, es decir “casi la mitad del aumento total del empleo en igual período”.
Recientemente en México, el ecuatoriano José Antonio Torres, embajador de Singularity University, sostenía que “estamos en la rodilla de la curva exponencial del avance tecnológico, donde la transformación tecnológica mundial empieza a acelerarse aún más”. La revolución digital puede ser la puerta del desarrollo para muchos países que vean más allá de la coyuntura y que inviertan, cuiden y preparen a su capital humano para una realidad insoslayable.