Gerardo Villacreces Carbo

Responsabilidad, unidad y claridad…

Terminada la ebriedad por la -merecida- salida de asambleístas, llega la resaca y realidad, con una avalancha de precandidatos, cuando a efectos de ganar al correismo, la cancha admite solo uno, al mejor... De las palabras de ciertos precandidatos, faltos de preparación, pero llenos de figuración, se escapan a hurtadillas sus verdaderas motivaciones, que no son más que espejismos electorales, no solo por la cantidad de participantes, sino infortunadamente por la calidad de los resultados del gobierno saliente, lo cual, de no variar, influirá aún más en los resultados de la tendencia; mientras determinados caudillos, también a hurtadillas, aseguran espacios de poder, vanidad e impunidad. La disolución de la asamblea, como lo expresé en mi columna anterior, fue un desacierto -cuando cabía la patriótica renuncia, verdadero acto de desprendimiento, a efectos de bajar la presión política, generar estabilidad que tanto necesita el país, con la esperanza de un gobierno de concertación con la tarea de lidiar con la asamblea; toda vez que, la disolución con sustento en la superficie de lo jurídico era débil en su esencia, ya que la real intención  fue evitar la inminente destitución - injusta y forzada por cierto- toda vez que, de no haber existido la amenaza, tampoco se hubiese aplicado la disolución. En fin, con lo dado, quedamos en las tinieblas de la inestabilidad y del oportunismo, sin perjuicio del incremento de riesgo país, con precandidatos que se presentan como alternativas salvadoras, cuando justamente su irresponsable presencia, debido a la dispersión, empuja al país al abismo del socialismo S XXI; sumado a una C. C. poco animada a dar luz verde a los decretos económicos-urgentes. En esta ocasión, decidirían ¿los que cuentan los votos y no los votos de los que votan? Ante la dispersión, debemos como sociedad alzar la bandera de quienes amamos la Libertad, exigiendo a la diversidad de precandidatos asumir con patriotismo la responsabilidad de la Unidad; y, a las autoridades, un sistema electoral pleno de integridad y claridad.

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