Una reforma que es urgente

Las elecciones presentes dejan grandes interrogantes, muchas lecciones y algunos cambios indispensables para una mejora urgente.

El país no puede ni debe afrontar un siguiente proceso electoral sin emprender a fondo, y con todo el tiempo y mesura del mundo, en esos cambios mentados.

Lo primero que es urgente corregir es el despropósito del perverso engendro de Montecristi: el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, que es el núcleo de la Función de Transparencia y Control Social. Es una de las cinco puntas del ‘novedoso’ esquema de cinco poderes.

Varios analistas - entre ellos el vecino de columna, el historiador y político Enrique Ayala Mora- vienen enfatizando en ir a una Asamblea Constituyente. Tarde o temprano deberá llegar, para corregir los entuertos del Frankenstein de Montecristi. Un monstruo que ni en la peor pesadilla de Mary Shelley hubo podido urdir.

Dicho esto, estamos ante una realidad casi ineludible. El 24 de marzo se elegirá en las urnas un Cpccs. Hace un año cuando se diseñó esta opción pocos advirtieron lo que podría suponer. Hoy se debate si conviene una enmienda, como propone la presidenta de la Asamblea Nacional. Si se debe acotar las funciones. Si se acude a la Corte Constitucional como proponen algunos juristas, o si será el Tribunal Contencioso Electoral el organismo que debe resolver si se presentan problemas.

Las teorías del voto nulo abundan. Son manifiestas en las redes sociales los exhorto el voto positivo para los apadrinados desde Bélgica por el innombrable, cuyo gabinete en la cárcel o en la clandestinidad crece y crecerá. Los que, por el contrario no quieren al que sabemos, dicen que nada tiene que ver con el siniestro personaje que casi hace sucumbir la democracia al conjuro de una revolución autoritaria donde la persecución al distinto fue norma.

De lo que la memoria cívica registra esta es la campaña más confusa. No se sabe como se contabilizarán los votos de las papeletas de aspirantes al Cpccs (en realidad debiera ser ‘ la papeleta’, conforme la propia ley que rige al Cpccs).

La colección de ofertas y de nombres sin respaldo nítido de tiendas políticas aumenta el caos. Es muy difícil retener los nombres y peor recordar sus promesas.

Si se llega a elegir y proclamar al nuevo Cpccs está claro que el mandato popular de hace un año lo limita en sus tareas de designación de otros altos funcionarios.

Cada vez es más importante volver a una fuente de designación lógica. Quien sino la Asamblea ( Parlamento, Congreso o como se lo quiera llamar) para representar la variedad de fuerzas políticas del conjunto del país en un determinado momento.

Por lo demás, la ‘cirugía mayor’ al Código de la Democracia debe empezar al día siguiente de proclamados los resultados, como propuso Luis Verdesoto( CNE).Más de 270 partidos, 80 000 candidatos y una campaña con más barullo que democracia, y pagada con nuestro dinero, ¡nunca más!

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